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Actor de Ciudad de Dios se volvió un jefe del narcotráfico

Una de las estrellas de la película es ahora uno de los criminales más buscados en Río de Janeiro

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Actor de Ciudad de Dios se volvió un jefe del narcotráfico

Una de las estrellas de la película es ahora uno de los criminales más buscados en Río de Janeiro

POR Carlos Báez -

En casos muy extraños, la ficción parece adelantarse a la realidad, casi como si fuese una pitonisa, y en esta ocasión un joven brasileño llamado Ivan da Silva Martins, quien participó en la galardonada Ciudad de Dios - 90% de Fernando Meirelles, es ahora el jefe de un grupo de narcotráfico que opera en una de las favelas más famosas de Río de Janeiro, Brasil. Sí, la ironía de esto es muy alarmante.

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De acuerdo con El País, Ivanzinho (este era su apodo cuando era niño), quien en la película interpretó a uno de los miembros de la pandilla liderada por Ze Pequenho, es ahora uno de los criminales más peligrosos dentro de la favela brasileña conocida como Vidigal, la cual era una de las más visitadas en Río gracias a sus paisajes, pero que ha ido a menos luego de que se dispararan los índices de violencia.

Conocido ahora como Iván el Terrible, el joven exactor, quien fue parte de una las películas más importantes en la cinematografía brasileña, ha consagrado su fama como un jefe atemorizante a quien sus vecinos y trabajadores le tienen miedo.

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En los últimos años, Ivanzinho ha sido acusado por cargos que van desde tráfico de drogas hasta homicidio; uno de lo más recientes el del policía militar Hudson Silva de Araujo. Esto, de acuerdo con el diario El País, es otro indicio del mal momento que está viviendo la ciudad en lo que se refiere a la inseguridad; otro diario,
Clarín, señaló que los índices de violencia en Brasil han ido a la alza, pues en 2016 eran asesinadas diariamente en 160 personas.

La historia de Ivanzinho es sólo una de muchas en la larga lista de situaciones que los habitantes de las favelas deben enfrentar todos los días. Luego de una relativa paz, las cosas han empeorado a tal punto que la película de Meirelles se ha vuelto un retrato mucho más certero y documentalista de lo que fue en 2002.

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