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RESEÑA | Tár: El diablo está en el metrónomo

Tár es una casa de naipes que cae por su propio peso en forma de película: un estudio de personaje completamente absorbente que se presta a múltiples interpretaciones gracias a su naturaleza onírica y surrealista.

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RESEÑA | Tár: El diablo está en el metrónomo

Tár es una casa de naipes que cae por su propio peso en forma de película: un estudio de personaje completamente absorbente que se presta a múltiples interpretaciones gracias a su naturaleza onírica y surrealista.

POR Jorge Mendoza -

Desde los primeros minutos, Tár - 91% deja en claro que será una experiencia cinematográfica que operará fuera de los márgenes convencionales al colocar los créditos finales como su apertura, presentando a todos los involucrados en el proyecto en un orden bastante peculiar: primero pasando por los departamentos pequeños hasta llegar, finalmente, al nombre de su director. Lo que sigue después de esa secuencia es una casa de naipes que cae por su propio peso en forma de película: un estudio de personaje completamente absorbente que se presta a múltiples interpretaciones gracias a su naturaleza onírica y surrealista. En él, se tocan temas como el abuso, la obsesión, las dinámicas de poder, la trascendencia del arte, entre otras cosas, pero aquí lo que brilla es el cómo se ejecutan esas temáticas en un relato lleno de capas, detalles y música clásica que, de conectar con el espectador, podrían dejarlo tan embrujado como su protagonista.

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En la película, dirigida por Todd Field (Crimen Imperdonable - 93%), la mundialmente famosa Lydia Tár está a solo unos días de grabar la sinfonía que la llevará a las alturas de su ya formidable carrera. La notablemente brillante y encantadora hija adoptiva de Tár, Petra, de seis años, tiene un papel clave en la tarea. Y cuando los elementos parecen conspirar contra Lydia, la niña es un apoyo emocional importante para su madre en apuros. En el elenco podemos encontrar a Cate Blanchett, Nina Hoss, Noémie Merlant, Sophie Kauer, Sydney Lemmon, Mark Strong y Alec Baldwin.

Me gustaría comenzar esta reseña poniendo sobre la mesa que el primer acto de la película tiene un ritmo glacial que podría desanimar, desafiar o tardar en involucrar al espectador con la historia en un inicio, sin embargo, creo que en este caso todo está completamente justificado para que se logren plantear todos los elementos con los que el director trabajará posteriormente para aterrizar su tesis de forma casi inmaculada. También creo que es importante poner especial atención en este tramo dados los pequeños, pero importantes detalles, que serán piezas claves para la comprensión de todo lo que se presenta. En esta primera hora conocemos la personalidad y vida acomodada de Lydia Tár, una de las directoras de orquesta más importantes a nivel internacional con una trayectoria llena de hitos, mientras se prepara para el lanzamiento de un libro y la interpretación en vivo de la Quinta Sinfonía de Mahler (o en otras palabras, lo que será el momento cúspide de su carrera). Desde esta introducción, la atmósfera y la forma en que está dirigido todo nos hacen entrever que algo no está del todo bien, hay alguien o algo acechando a Lydia desde las sombras, dejando pequeñas pistas sobre su identidad que se sienten como ingredientes que se van colocando a una olla de presión que inevitablemente va a estallar en algún punto.

Ahora, es imposible hablar de todo lo demás sin revelar el eje sobre el cual se mueve el segundo y tercer acto: el repentino suicidio de Krista Taylor, una antigua estudiante y alguna vez amiga de Lydia. Para este momento ya conocemos muy bien todo sobre el ascenso de nuestra protagonista, y es aquí donde Tár finalmente puede revelar su verdadera naturaleza: la película es un retrato de la caída de un grande, siendo esta tragedia la pieza que causa un efecto dominó en la vida de nuestra protagonista. ¿Deberíamos separar al arte del artista? Este drama psicológico llega en un momento oportuno, con la cultura de la cancelación en su momento más fuerte, y sin revelar más piezas clave del rompecabezas, Lydia eventualmente empezará a ser alcanzada por los fantasmas de sus acciones. Pero lo más interesante de todo es que esta pieza nunca busca ponernos en la posición de juez, jurado y verdugo porque intencionalmente es bastante ambigua a la hora de aclarar si el personaje interpretado por Cate Blanchett es culpable o inocente de lo que se le acusa. Sutilmente, la puesta en escena nos pone a reflexionar y cuestionarnos acerca de la ética detrás de las cada vez más comunes cacerías de brujas que forman parte de nuestra cotidianidad, desde un ángulo imparcial que nos deja a nosotros con la última palabra.

A raíz de esto, el ritmo despega con fuerza y se ve reforzado por una narrativa que decide tomar los caminos menos transitados. La historia adopta un enfoque fracturado e incluso distorsionado, nuestra protagonista deja de ser una narradora confiable y esto da paso a que el surrealismo sea el acompañamiento perfecto para darnos una idea de lo que está pasando. Parte del declive mental y emocional de Lydia se debe a una serie de sucesos inexplicables, sueños inquietantes e incluso apariciones sobrenaturales que podrían hacer parecer esto como una película de terror. Pero en este caso, se siente reduccionista colocar a Tár - 91% en esa categoría. Lo que tenemos aquí es un excelente uso de la metáfora por parte de Todd Field, que ocupa este recurso y un tono lúgubre para manifestar la inmensa culpa que acecha a nuestra protagonista. Pero eso es solamente una interpretación, una bastante general diría yo, por que si algo tiene este título son cientos de capas: desde el inicio, se siembran varios elementos espirituales en la obra, por lo que ver esta historia desde una lente kármica o paranormal no es algo descabellado, hay tantas cosas operando al mismo tiempo que pueden llevar a los espectadores a conjurar diferentes percepciones de la misma historia. Sin duda, un sello distintivo del buen cine.

Pero, ¿todo este material funcionaría igual sin la magistral interpretación que ofrece Blanchett? Absolutamente no. Hay personas que nacen para interpretar ciertos papeles y para la actriz australiana este está confeccionado a su medida. La construcción detrás de Lydia Tár es ciertamente fascinante: tenemos un personaje emocionalmente complejo que dada la naturaleza de sus acciones podría parecer antagónico en primer lugar, sin embargo, todos los matices blancos, negros y grises proporcionados por el guión de Field la dotan de una humanidad tridimensional que no la hace buena ni mala, solamente humana (con todo lo que esto conlleva). Esta escritura sólida como una roca se ve reforzada por el alma y corazón que Blanchett impregna en cada escena, ofreciendo un tour de force para la historia que te mantiene al filo de tu asiento de principio a fin, y que atraviesa la pantalla como una soga que se cierne sobre tu cuello y aprieta cada vez más hasta dejarte al borde de la asfixia.Transitando por la ansiedad, angustia, temor, desolación y un sinfín de emociones más, nuestra protagonista logra transmitir una ola de emociones con una nota alta de credibilidad.

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El resto del elenco también hace un trabajo espléndido incluso si sus apariciones son bastante limitadas. Por supuesto, destaca Noémie Merlant como la asistente de Lydia, cuyas breves apariciones logran decir mucho con base en sus expresiones faciales que denotan un mundo de emociones reprimidas. Nina Hoss es un excelente acompañamiento como la pareja de Blanchett: su personaje es el polo opuesto de lo que representa Lydia y la interpretación de la actriz logra ganarse nuestra empatía con una gracia bastante natural. Reforzando al conjunto tenemos a Sophie Kauer brillando en uno de los papeles más interesantes de toda la pieza, siendo una chelista que llama la atención de Tár por su talento y peculiar comportamiento. Kauer imprime un aura de misticismo y magnetismo únicos a su rol, dejándonos al final con ganas de más.

En los otros departamentos, Tár mantiene en alto el estándar de calidad en prácticamente todo. Como no podría ser de otra forma, la música compuesta por Hildur Guðnadóttir se vuelve otro de los protagonistas con un sonido que te envuelve y te lleva de la mano por cada uno de los pasajes, despertando todo tipo de sensaciones con las que es imposible no vibrar. Por supuesto, este increíble mundo sonoro exige ser escuchado en una sala de cine, donde cada nota podrá filtrarse por los poros de tu piel y sacudirte, aturdirte, conmoverte y estremecerte en igual medida. La fotografía de Florian Hoffmeister es cautivadora en su especial atención a los detalles y en la forma que juega con las perspectivas para capturar en cada escena las intenciones del director, un trabajo inmenso de alguien que claramente sabe lo que está haciendo con cada toma, encuadre y plano. Al inicio de la película, Lydia habla acerca de como en el podio se siente en control del tiempo, algo que lamentablemente no logra reflejarse en este drama cuya duración podría ser un problema para muchos, un detalle mínimo que se podría haber solucionado con algunos recortes en la edición.

En el caso de la dirección y la escritura, siento que esta es una película que roza la perfección. Todd Field está en la cima de su juego aquí y se muestra en total dominio del lenguaje cinematográfico, perfilando con cuidado milimétrico su mundo, personajes, escenarios y diálogos, haciendo de esto un trabajo completo de pies a cabeza lleno de vida. La cereza del pastel viene en forma de la secuencia final, que seguramente dará mucho de qué hablar entre las audiencias, cerrando todo con un toque semiamargo de ironía y melancolía que se siente apropiado para el tamaño de todo.

Finalmente, Tár - 91% es uno de esos trabajos que aparecen una vez cada cierto tiempo: único, fresco, incisivo y propositivo. Al igual que su protagonista, la película está llena de logros en diferentes áreas y posee una oscuridad seductora a la cual es imposible resistirse. Estamos ante la Quinta Sinfonía de Todd Field.

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