Tomatazos

Dirigida por Jimena Montemayor, Restos de viento nos introduce a una casa donde vemos el retrato de la pérdida de una familia y su intento por reconstruirse tras la ausencia del padre. Observamos un proceso de duelo que en un inicio les cuesta aceptar. Su guión se centra en la madre, Carmen, interpretada por la actriz argentina Dolores Fonzi; y sus dos hijos, Ana (Paulina Gil) y Daniel (Diego Aguilar). Ella ya no es funcional debido a su depresión; los niños, en ocasiones, pierden días de clase; los roles se invierten al ser los hijos quienes se preocupan por la figura materna. En la mesa hay cuatro platos, uno queda intacto a la espera del padre que en algún momento tendría que regresar de aquel lugar del que los tres se rehúsan a hablar. Daniel, el más pequeño, sobrelleva la ausencia obligatoria del padre y también la ausencia opcional por parte de la madre. A la par de su relación con la existencia de un ser fantástico que le manifiesta los mensajes que los adultos no le pueden revelar.

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La fotografía es lo más importante dentro de la historia ya que nos adentra al pequeño mundo de estos niños. La cámara está colocada muy abajo para introducirnos a la visión y perspectiva de los infantes y entenderlos mejor; pasamos de la negación a la aceptación. Una vez que lo hacemos y entendemos, se nos presenta en contraste el desconocimiento total de los personajes adultos: cómo son, qué piensan y cómo se desenvuelven. Y es aquí cuando volvemos a la perspectiva de los niños que ahora ya están confundidos al no entender a su madre quien no sabe afrontar el duelo por el que tiene que pasar para continuar con su vida. Para discernir mejor esta intriga su directora nos revela pequeños retratos de esta familia con un pasado ambiguo, y son presentados como piezas de un rompecabezas que no se termina de armar, esas piezas están allí para ver estados de ánimo y curar el pasado.

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Dolores Fonzi brinda una actuación casi impecable. Nos sumerge en los miedos de Carmen, en su incertidumbre y en la nostalgia de aquello que ya perdió.

Restos de Viento tiene como gran acierto el manejo de la cámara y la fotografía de María Secco (Te prometo anarquía - 80%, La Jaula de Oro - 88%, Club Sándwich) logrando momentos increíbles en pantalla. Pero esos momentos son cortos al ser interrumpidos por su directora y por instantes pierde la atención del espectador al mostrarnos un lado más íntimo y aquella propuesta visual que envolvió a la audiencia desde el inicio se ve interrumpida por un discurso personal que nos aleja.

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Restos de viento es una propuesta muy inteligente y diferente a lo que se nos ha presentado en el cine nacional; especialmente en la decadencia que vive la industria del entretenimiento en México en lo que va de la década. Estas películas siempre luchan por tener un espacio de exhibición, por eso recomiendo que vayan a verla, no se van a arrepentir.