En el universo luchístico mexicano, a finales de la década de los años 80, la aparición de los herederos de grandes, medianas y pequeñas leyendas, no era solo una constante, sino una verdadera tendencia y en algunos casos una moda. Desde Tinieblas, Blue Demon y el Rayo de Jalisco, hasta el Espectro, el Ángel Blanco y el Solitario, todos empezaron a tener a sus respectivos herederos reclamando el cuadrilátero. Incluso los empresarios empezaron a aprovechar el asunto y peleaban por incluirlos en sus funciones, anunciándoles haciendo tercia en los carteles como los “Juniors”.
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Claro que de entre todos ellos, el Hijo del Santo era quien acaparaba los reflectores y no era para menos. Se trataba del responsable de darle continuidad a la historia de la más grande figura de la lucha libre. La exigencia era gigantesca y dio origen a muchas historias, desde el ser objeto de los afanes de compañeros que buscaban demostrar que no tenía los tamaños para llevar la máscara plateada, hasta los comentarios desmedidos de periodistas que le tachaban de ser un farsante, claro en contraste con las reacciones del público que siempre le recibió con cariño y como si tratasen de reafirmarle quien era, en lugar de gritarle “Hijo del Santo”, le gritaban “Santo, Santo, Santo”.
Bueno, los ataques incluso hoy continúan, recientemente un cronista deportivo le criticó en redes sociales diciendo “es triste que siga viviendo de la fama de su padre”, tal vez sea el que a dicha persona ya le hizo perder la perspectiva el llevar tanto tiempo lanzando comentarios tendenciosos siempre en favor de una empresa, pero no podrían haber sido más erróneas y desafortunadas sus palabras. Por que a pesar de que habrá quienes puedan cuestionar las decisiones que ha tomado, y que quizás en sus manos el personaje no ha logrado el mismo impacto mediático -son pocos los cómics o películas que ha protagonizado en comparación con su padre-; lo cierto es que es innegable que sobre el cuadrilátero, el Hijo del Santo se ha forjado una exitosa carrera, ganándose un lugar propio, no solo dándole continuidad a la leyenda, sino llevándole a donde nunca había llegado, pero sobre todo dejando en claro el profundo amor y respeto que siempre ha sentido hacia el legado de su padre.
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Y es precisamente eso lo que se ve en El Hombre Detrás de la Máscara - 67%, propuesta fílmica que si bien es cierto que apuesta por los lineamientos más básicos del género y a veces cae en la fórmula de la lágrima fácil, posee la estructura suficiente para sostener el relato y enganchar al espectador, dejando que sea el testimonio lo que cobre fuerza y valor. Esto resulta muy conveniente, pues además de que se apunta en esa línea documental de los últimos años, que ha estado volteando a ver con mayor insistencia los episodios que marcaron la mitología fílmica y la cultura popular de nuestro país, como Quebranto, El Hombre Que Vio Demasiado - 88% y Bellas de Noche - 95%, buena razón para ir al cine; llega en el justo momento en que la tercera generación de la dinastía comienza a hacer su propio camino, dígase el nieto del Enmascarado de Plata, quien será conocido como Santo Jr.
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