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Tardes de Netflix: Mudo y el enorme tropiezo de Duncan Jones

El proyecto de años del realizador es una fallida historia de ciencia ficción

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Tardes de Netflix: Mudo y el enorme tropiezo de Duncan Jones

El proyecto de años del realizador es una fallida historia de ciencia ficción

POR Ruben Martínez Pintos -

Una mala película puede inspirar respeto si al menos tiene grandes ambiciones en su narrativa. Un gran fracaso puede servir de lección no solo para los involucrados sino también para otros cineastas y artistas que buscan plasmar algo en su obra. La historia del cine está llena de ambiciosos fracasos que, a su manera, se convirtieron en mitos. La fallida realización de Jodorowsky's Dune - 100% de parte de Alejandro Jodorowsky es un buen ejemplo de este particular fenómeno. El realizador chileno quería comerse al mundo con una película que eventualmente se volvió imposible de rodar, pero la historia de ese fracaso es tan fascinante que inevitablemente inspira a cualquiera que la escucha.

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Me queda claro que Duncan Jones tenía grandes ambiciones al realizar Mudo - 23%, lo que no queda claro es exactamente hacia donde iban dirigidas dichas ambiciones o que deseaba contar exactamente el director. Imagino habrá sus respectivas entrevistas en las que el realizador reflexione sobre los temas de su cinta, pero en el producto final no se ve ningún deseo de cavilar sobre algún aspecto de la naturaleza humana en particular. La cinta producida por Netflix es un thriller extremadamente plano y genérico, sin pies ni cabeza, con una historia extremadamente sencilla que insiste en dar vueltas en círculos para complicarse innecesariamente. La secuela espiritual de En La Luna - 89% parece estar muy convencida de que esta por revolucionar el cine de ciencia ficción, pero cada paso que da en su ejecución se vuelve más y más torpe conforme avanza la historia.

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Alexander Skarsgård interpreta a un hombre que perdió su voz en un accidente en su infancia, algo que pudo haberse arreglado de no ser por la decisión de su madre de no intervenirlo quirúrgicamente. Leo viene de una familia de amish, un grupo étnico que rechaza toda forma de tecnología y que prefieren llevar vidas modestas y en extremo austeras. El silencioso protagonista vive en un Berlín futurista como cantinero, con una bella mesera de novia. Esta chica esconde secretos, los cuales harán que desaparezca. La frenética búsqueda de Leo por su amada lo llevará a hacer colisión con un nefasto cirujano militar estadounidense llamado Cactus Bill (Paul Rudd) quien desea irse de la ciudad a como dé lugar.

Leo empezará una investigación en las calles bañadas de neon de esta Alemania cyberpunk, lamentablemente esta búsqueda pierde el atractivo rápidamente. Jones parece no decidir si el protagonista de su historia es el mudo o el cirujano americano. Este último, junto a su colega de bajos escrúpulos, ocupa buena parte del metraje de la historia. Sin embargo estos dos personajes difícilmente son tan interesantes como la historia cree que lo son. Por razones que tampoco terminan de tener sentido, el guión decide que el amigo de Rudd tiene que ser un pedófilo tétrico que gusta de perseguir chavitas con look inocente. La película nos reitera esta situación no una ni dos sino múltiples veces a lo largo de la cinta. Esta situación nunca termina de cuajar en el esquema general de una trama que no parece ir a alguna parte en particular durante sus dos horas de duración.

Esto es solo la punta del iceberg: el ambiente futurista de la historia tiene poco o nulo peso. Todo esto podría transcurrir en otra época y otro país y daría lo mismo. A pesar de que todo buen relato cyberpunk tiene mucho que ver con intrigas de corporaciones, gobiernos sin rostro y avances tecnológicos para Jones nada de esto es relevante. La estética visual de este entorno cyberpunk tampoco es consistente, de momentos los personajes se encuentran en la avanzada y futurista Berlín y después se mueven a escenarios que parece la era actual, sin ninguna transición o explicación al respecto. Esta ambigüedad se mantiene en otras áreas de la trama, como la urgencia de Cactus por salir de la ciudad. Las autoridades parecen estar detrás de él, pero nada de eso logra tener peso dramático real y apenas si es mencionado por la cinta.
En el meollo de todo esto nuestro silencioso protagonista se mantiene como una figura en extremo unidimensional. Si Jones pretendía decirnos que la sencillez del personaje es lo que lo mantiene “puro” en este mundo de criminales y neon el mensaje pierde efecto rápidamente. El reparto en general no sale bien librado debido al endeble guión, incluso Rudd y sus esfuerzos por darle vida a su deleznable villano caen en saco roto en una cinta que no tiene idea que hacer con sus personajes o con el mundo que ha creado.

Duncan Jones se veía como un realizador en extremo prometedor hace unos años, sin embargo, con este tropiezo será difícil volver a interesarse en alguna cinta que lleve su nombre. Este proyecto de años, hecho para Netflix y como respuesta al hermetismo de los grandes estudios de Hollywood, es un nudo de película que no tiene algo importante que contar. Netflix le apostará a proyectos arriesgados con frecuencia, pero necesitarán tener filtros más estrictos si no quieren que la frase “una película original de Netflix” empiece a tener una connotación negativa. Mudo no solo no se convertirá en la cinta de culto que pretende ser, fácilmente puede entrar en la lista de las peores películas de 2018.

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