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Tomates y poder

La historia de la crítica a través de los mortíferos tomates

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Tomates y poder

La historia de la crítica a través de los mortíferos tomates

POR Alberto Sándel -

Cuidaos del mal poeta "que leyendo mamotretos asesina", advierte Horacio en su Arte Poética. Ante semejante amenaza, el pueblo debía prevalecer sobre al asqueroso mal versista, si una obra de comedia dormía o un drama provocaba risas, de alguna manera debían los espectadores hacérselo notar al artista. Una muestra del desprecio bien podría llegar mediante una de las penas capitales más antiguas, la lapidación. Lanzar unas cuantas piedras podría terminar el intento del mal autor por robar la sangre al público.

Temida es la crítica por su capacidad ipso facto de herir la sensibilidad del creador. El mismo Horacio hace notar la valía de una buena crítica pues al creador previene: cuídate del halagador, porque hará que te enceguezcas y no veas los problemas de tu obra.

Pobres los que representaron obras en la edad antigua y en la edad media. Los proyectiles que encontraron sus testas fueron minerales, de amplia dureza, sobra decir que nada sutil.

No conocemos la fecha exacta del primer tomatazo esgrimido como daño colateral a una opinión detractora. Podemos situarlo eso sí en fechas posteriores a 1942 pues el Solanum lycopersicum, mejor conocido como jitomate o tomate rojo, es una especie endémica de América. Tendrían que pasar los sangrientos sucesos del siglo XVI para que la cocina europea se cubriera del rojo tomate. Y así también los críticos tuvieran una nueva herramienta de trabajo.

Existen dos grandes tradiciones que se relacionan con el lanzamiento de tomates. La primera el "Cipotegato" de la ciudad española de Tarazona. Cuenta la leyenda que un rey aburrido de las chanzas de su arlequín le hizo notar su enfado lanzando un tomate que tenía a mano. Esta tradición llegaría a otro pueblo español, Buñol, donde se cree que un personaje conocido como "El Deivi" propuso recrear la tradición del Cipotegato, gustó tanto en la población que año con año, ésta se repetiría, llegando a nuestros días, siendo conocida como "La Tomatina". Otra leyenda de Buñol, relata el origen de esta tradición como un grupo de malintencionados escuchas quisieron afrentar a un trovador lanzando tomates, los amigos de éste respondieron la agresión llevando los hechos hasta una gran batalla campal que involucró a toda la población.

Estos actos colectivos, harían de la crítica mediante lapidación un deporte. Como todo deporte al volver inocuas las armas, meramente para volverlo un acto de destreza (digamos quitar la cabeza del enemigo y colocar un balón para jugar fútbol, o el esgrima o el tiro con arco). La crítica tomatera retiró el elemento mineral e hizo que prevaleciera el vegetal.

El teatro de corral español fue el lugar idóneo para consagrar a grandes maestros del teatro áureo, es decir, no tendríamos Siglo de Oro español sin la sabia crítica de los espectadores en el teatro de corral. Esta práctica seguramente permeó hacia la otra gran escuela teatral de la época, el teatro isabelino. Shakespeare y Marlowe llegarían a niveles de perfección más allá de lo antes conocido. El autor frente a la crítica tomatil le ayudaría a generar músculos creativos más poderosos que le brindarían agilidad y fuerza.

Así esta práctica llegó a nuestros días, el cine y la televisión heredarían la tradición de los tomates. Nosotros juntamos todos los puntos de vista pertinentes para determinar qué tan manchado quedaría el escenario si todos los espectadores (profesionales y amateurs) hubieran lanzado sus tomates.

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