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RESEÑA | Babylon: Entre vómitos y lágrimas, el cine... ¿florece?

Este estilo de comedia da mayor impacto a la segunda mitad, hacia la que se convierte, poco a poco, en una tragedia mucho más sombría.

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RESEÑA | Babylon: Entre vómitos y lágrimas, el cine... ¿florece?

Este estilo de comedia da mayor impacto a la segunda mitad, hacia la que se convierte, poco a poco, en una tragedia mucho más sombría.

POR Gabriel Escogido -

Aunque lo que probablemente lleve al público a ver Babylon - 63%, la nueva película de Damien Chazelle, es el espectáculo y la música, atributos que lo hicieron destacar en Whiplash: Música y Obsesión - 94% y La La Land: Una Historia de Amor - 92%, lo más sorprendente de su más reciente entrega es el control sobre el tono que previamente no había demostrado. Incluso pese a caóticos personajes y alocadas situaciones, el cineasta ahora demuestra un dominio al convertir una comedia negra, que raya en la sátira, en una tragedia devastadora sobre el costo de la ambición y, a su consideración, del arte.

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Ambientada en la década de los 1920, Babylon es la historia de Nellie (Margot Robbie); una aspirante a actriz; Manny (Diego Calva Hernández), un ayudante que busca trabajar en cualquier set y sueña con hacer películas; Jack (Brad Pitt), una estrella de renombre de la pantalla muda y Sidney (Jovan Adepo), un músico que toca la trompeta y encuentra agridulce y pronta fama. El filme sigue la historia de todos ellos conforme el medio se industrializa y cambia para siempre con la invención del cine sonoro.

Y si bien los adelantos del filme retoman con cierta fidelidad la descabellada comedia negra que es en su primera parte, es la segunda mitad del largometraje la que esconde el verdadero sentido de la obra. Sí, hay una denuncia a los excesos del Hollywood naciente, y por analogía del moderno también, pero a la vez existe una apología de la magia tan particular que el cine exuda cuando todo sale, en cuadro al menos, a la perfección.

Mucho se ha comentado sobre los propios excesos de Chazelle para transmitir esa sensación de descontrol en Babylon. Y si bien hay momentos de shock gratuitos, como una temprana escena con un elefante de pronta digestión y más tarde con un vomitivo monólogo de Nellie, es un error aseverar que el cineasta está descontrolado. Muchas de las secuencias más absurdas pudieron acabar siendo ejecutadas como el más barato humor de una película de Adam Sandler, pero la dirección cuida de guiñar un ojo a la audiencia para no caer en la caricatura, sino en la autoconsciencia.

Por ejemplo, en una escena, el personaje de Pitt se encuentra en un baño hablando con otro sobre el impacto del cine sonoro y le pregunta a éste si al público realmente le gusta escuchar lo que ve. Su interlocutor le dice que sí, que a la gente le encanta prestar oído a la pantalla justo antes de que alguien en uno de los cubículos suelte una tremenda y explosiva flatulencia. “¿Por qué no les gustaría”, se pregunta, antes de terminar la escena.

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Pero más allá de ser consciente de lo provocativo, y a veces absurdo que puede ser su humor, y de volver al público parte del mismo, este estilo de comedia esconde un propósito: dar mayor impacto a la segunda mitad de Babylon - 63%, hacia la que el filme se convierte, poco a poco, en una tragedia mucho más sombría en la que casi todos los personajes se ven a sí mismos caer en una especie de sentimiento en el que se ven obsoletos a ojos de la industria, y al arte al que le dedicaron sus vidas. Es precisamente porque se les presenta de forma cómica que la seriedad de sus desenlaces adquiere una mayor fuerza emocional.

Aunque el guion merece el crédito por este meticuloso giro en el tono, la película ve esa nada fácil ejecución gracias a su elenco. La gran revelación es Diego Calva Hernández, quien contiene en Manny el cariño de todo cinéfilo por la belleza que sólo el lenguaje cinematográfico consigue y la inocencia de que ésta es la misma detrás de cámara como frente a ella, pero sin perder también el hilarante nerviosismo de quien es un novato en una industria de lobos, así como la tragedia de transformarse en uno de ellos.

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Temáticamente, este juego entre tonos cómicos y dramáticos también ofrece un servicio: la obsesión de Chazelle por sopesar si el costo de la belleza es digno del sufrimiento que se revela y se mantiene a lo largo del filme. Por ejemplo, en una secuencia en la que Nellie y su equipo fallan, una y otra vez, en lograr siquiera empezar una escena con sonido hasta que, luego de varios intentos, dan con la toma perfecta, pese a un oscuro resultado. El joven director no encuentra respuesta a su propio cuestionamiento, pero se empeña en problematizarlo a través de todos su personajes.

Babylon - 63% es una divertida denuncia de lo más ridículo del mundo del cine hasta que se vuelve una conmovedora apología de sus únicas maravillas. Entre vómitos, lágrimas y sobredosis, quizá el único error de Chazelle es que se deja llevar por completo, hacia el final, por la misma versión idealizada del cine que comparte con Manny y que pretende desmitificar. Pero para ser justos, ¿quién de nosotros, de una forma u otra, por una u otra película, no lo ha hecho también? El filme estrena a partir de mañana en cines de México.

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