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El viaje de la heroína: La configuración para un arquetipo propio

La heroína cuenta con sus propios obstáculos y problemáticas, y estos mismos se encuentran reflejados dentro de sus historias en la cultura pop.

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El viaje de la heroína: La configuración para un arquetipo propio

La heroína cuenta con sus propios obstáculos y problemáticas, y estos mismos se encuentran reflejados dentro de sus historias en la cultura pop.

POR Joyce Kauffman -

Desde que la humanidad comenzó a contar historias, las hazañas de sus héroes fueron retratadas en la tradición oral, murales, esculturas, pinturas, el teatro y finalmente en la escritura. Teseo, Perseo, Eneas y demás héroes clásicos han servido como modelos para delinear el “deber ser” del héroe, de igual manera lo hacen muchos los nuevos miembros del salón de la fama de los héroes, tales como Luke Skywalker, Harry Potter y Peter Parker. Sus historias no sólo han inspirado a cada uno de los nuevos personajes de la ficción a través del tiempo sino que constantemente ayuda a edificar comportamientos y expectativas sociales. Lo cierto es que a pesar de que esta antigua pauta brinda la posibilidad de análisis a muchos aspectos de la sociedad, muchos otros han sido dejados de lado históricamente.

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Fue en 1990 que El héroe de las mil caras de Joseph Campbell irrumpió en la escena literaria para catalogar a cada una de las etapas del Viaje del Héroe. Desde luego, los héroes en la historia de la ficción no necesariamente se apegan en su totalidad a cada una de las etapas propuestas por Campbell, pero de una otra manera estas aparecen irremediablemente en literatura, mitología y folklore, así como en las nuevas artes narrativas como cine, televisión y novela gráfica.

Y es que la meta de los héroes continúa siendo la misma, pues su lucha con los poderes oscuros dentro de la imaginación humana refleja una búsqueda continua de identidad y realización, frecuentemente individualista pero extraordinariamente simbolizando las de una comunidad o nación.

Este «héroe de las mil caras» es un personaje común —y central— en las culturas de todo el mundo, guarda una gran similitud con sus semejantes alrededor del mundo. Aunque con un significado particular dentro de cada uno de sus contextos socio-culturales, las etapas de este héroe cobran una importancia jerárquica en la narrativa, mismas que se encuentran divididas en dos macroestadios.

En primer lugar se encuentra el mundo ordinario, donde el contexto del personaje resulta familiar para la audiencia y se busca empatizar con el héroe. Y en segundo lugar el mundo especial, el cual da inicio en la etapa del cruce del umbral, este camino conducirá al héroe a un mundo con nuevas reglas alejadas de la realidad que conoce —muchas veces mágico o fantástico— y es aquí donde confrontará a su prueba más grande.

Sobre esto, Campbell señala: «Un héroe abandona el mundo de lo cotidiano para aventurarse en una región de prodigios sobrenaturales. Allí se enfrenta a fuerzas fabulosas y obtiene una victoria decisiva. El héroe regresa de esta misteriosa aventura con el poder de beneficiar a su prójimo.» Cada una de las fases, sin importar el orden en el que se presentan, se encuentran catalogadas dentro de tres categorías —partida, iniciación y regreso. Estas etapas son:

Sin duda la cualidad más importante de esta travesía para el héroe es obtener el carácter de merecedor de dicho título. Y es a través de este mérito que se logra la empatía con los héroes, pues, tal y como lo explica el mismo Campbell , «todos nosotros debemos pasar por esta misma prueba por esta misma prueba definitiva». Si bien por medio de esta idea el autor intentó dotar a su obra de una condición universal, esta misma noción quedaba sesgada por la integración primigenia del hombre como centro de la historia.

Sin embargo, estos arquetipos narrativos siempre han resultado insuficientes para que las mujeres se encuentren plasmadas en ellos en la posición de heroínas. Tradicionalmente las mujeres retratadas en estas historias de épica tendían a hacerse cargo de los roles emocionales, espirituales —a menudo relacionados a lo místico—, de templanza, bondad, amor y entrega total —en una connotación negativa, al desvivir o morir por el héroe.

En la década de los años noventa, a la par que la participación de las mujeres en las narrativas populares se multiplicaba con velocidad, muchas investigadoras comenzaron a cuestionar este paradigma y sus implicaciones con la forma de relacionarse con la identidad femenina en los mundos de ficción. La autora Maureen Murdock fue una de las pioneras en configurar un modelo propio, que tomara en cuenta la perspectiva de género —así como todos los deseos y anhelos propios de las mujeres que esta conlleva.

Fue a través de estudios psicológicos con mujeres de mediana edad que Murdock identificó una insatisfacción generalizada respecto a éxitos personales y profesionales —recordando que el estatus de la paridad de género en los ochenta era incluso inferior al actual. Fue entonces que en Viaje del Héroe se conectó con los hechos que atestiguaba diariamente en terapia, pues reconoció que estas mujeres había atravesado por el viaje de manera “exitosa” pero encontrándose únicamente con la pregunta ¿Para qué fue todo esto?"

Al notar el daño físico y emocional sufrido por las mujeres en esta heroica búsqueda, llegó a la conclusión de que la razón por la que experimentan este tipo de trauma es que ellas eligieron seguir un modelo que les negaba su identidad. Así nació en 1990 su libro El viaje de la heroína, donde además de adecuar el modelo de Campbell a las mujeres también propuso una teoría que partía de una nueva mirada.

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Como punto medular de su obra —el cual sería retomado por distintas autoras a lo largo de las siguientes décadas— se encontraba el hecho de conceder a cada una de las etapas del viaje un enfoque que buscó reconciliar la división interna entre la mujer y su naturaleza femenina. Justamente en esta época comenzaban a aparecer la primera gran oleada de “personajes femeninos fuertes” tanto en cine como en televisión, comúnmente denominadas badass, capaces de emular las hazañas de los héroes pero —salvo honrosas excepciones— que realmente aún se estaban lejos de encontrar una identidad propia. Aquí tenemos a Xena, Ellen Ripley o Sarah Connor, desde luego, sin que esto le reste importancia a su posición como piedras fundantes de las heroínas modernas.

Más tarde, a estos cuestionamientos se le unió la decepción del mismo Campbell, ante su declaración respecto a que las mujeres no necesitan hacer el viaje. “En toda la tradición mitológica la mujer está ahí. Todo lo que tiene que hacer es darse cuenta de que ella es el lugar al que los héroes intentan llegar. Cuando una mujer se da cuenta de su propio maravilloso carácter, no se confunde con la noción de ser pseudomasculina”. Para contrarrestar este mal sabor de boca, Murdock recurrió al diario de la escultora estadounidense Anne Truitt, Daybook: The Journal of an Artist de donde rescató :

La cueva de la feminidad se siente acogedora para mí, y creo que siempre me retiraré a ella con la cómoda sensación de que estoy donde debería estar en algún sentido más profundo de lo que las palabras pueden expresar… Pero el hecho de que la feminidad sea mi "hogar" no significa que desee quedarme en casa todo el tiempo.

De esta manera la obra de Murdock ofreció una alternativa para las narrativas sobre mujeres en un tiempo en el que dentro del mundo del entretenimiento se comenzaba a forjar lo que tiempo después se convertiría en el movimiento #RepresentationMatters. Fue aquí donde surgieron los primeros personajes que buscaron incluir su naturaleza femenina, sin que esta limitara sus aspiraciones personales o pretensiones profesionales. Desde Sabrina: La bruja adolescente, Ally McBeal, Sailor Moon o la mismísima Dra. Quinn, estos personajes ya mostraban fuertes señales de querer representar algo diferente en pantalla.

Desde luego, ésta aún estaba lejos de convertirse en la norma, o al menos en aquello que la industria deseaba resaltar. Las mujeres como seres humanos equilibrados y realizados son apenas vistas como tales por los grandes estudios a partir de la última década. Adicionalmente, este tipo de roles llegaba a cuenta gotas sólo para cierto sector de la intersección, puesto que las mujeres racializadas aún se encontraban lejos de encontrarse a sí mismas en el rol de la heroína.

De la misma manera que el viaje de Campbell, el de la heroína no se encuentra ceñido a reglas inamovibles e incuestionables, sus etapas pueden llegar a encontrarse en un orden distinto o desaparecer por completo. Lo cierto es que para esta autora, todas las heroínas parten de un lugar común, el rechazo abrupto a lo establecido como femenino. Si bien esto puede entenderse como una estética, forma de vestir, hablar y pensar, la verdadera naturaleza de este desprecio hacia lo femenino se encuentra relacionada a alejarse de lo que su contexto espera de ella. Es decir, este distanciamiento sucederá de mil y una maneras diferentes, siempre de acuerdo al contexto cultural de la heroína en cuestión. Ejercer una profesión diferente, amar diferente o pensar diferente a la norma son muchos de estos escenarios posibles para ella, al final del día lo femenino también es difícil de definir pero siempre irá ligado a la concepción de género de una sociedad.

Desde este punto de partida Murdock establece sus etapas para el camino de la heroína:

Después de la primera etapa, la heroína se va de casa para ir a la universidad, trabajar, viajar o tener una relación, señala la autora. O alejándose del arquetipo de mujer joven (y caucásica), sucede que dentro de su mediana edad se divorcia, regresa al trabajo o a la escuela, cambia de carrera o se enfrenta a un “nido vacío”. Pero fundamentalmente, la separación de lo femenino ocurre cuando una mujer se da cuenta de que no tiene un sentido de sí misma que pueda llamar propio.

En la segunda etapa la heroína elige mentores que habitualmente son hombres o mujeres identificadas como los valores impuestos por los hombres, mismos que validan su intelecto, sentido de propósito y ambición mientras generan un sentido de seguridad, dirección y éxito. Este acercamiento a lo masculino tiende a ser jerárquico —escolar, laboral, clase o raza— y meritocrático, todo en aras del prestigio.

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En la etapa del camino de las pruebas, refleja la alegoría del mundo exterior a través de los logros de la heroína hacia el éxito. Mientras en esta faceta externa todo está orientado a ascender en la escala jerárquica hacia el éxito, la interior lidia con los estereotipos de la dependencia emocional, la inferioridad del género femenino, el razonamiento inferior y el amor romántico. En este punto se parte por completo la homologación del modelo de Campbell, pues mientras las mujeres son alentadas a ser dependientes —y tener duelos con sus monstruos—, son obligadas a ignorar sus necesidades afectivas.

La culminación de esta etapa es la llegada a la cumbre del éxito bajo los lineamientos patriarcales, el cual brinda a la heroína un falso sentido de identidad. Después de esta alimentación del ego de la heroína llega la etapa del despertar de los sentimientos, donde la heroína enfrenta a su miedo a la introspección y en donde a primera instancia se aferra a patrones de comportamiento pasado con la imposibilidad de decir “no”.

Murdock apunta que la primera parte del viaje de la heroína es impulsada por la mente y la segunda parte responde al corazón, y esta fase es el puente entre las dos. En este descenso ella atraviesa por una desestructuración mediante la tristeza, dolor, una revelación dolorosa para evidenciar el rumbo sin dirección al que se ha llegado con ese falso logro. La muerte de un ser querido es otro factor común en esta etapa, con la cual de llega una fractura en lo más elemental de su identidad. Aquí comienza la reconexión con lo femenino y el cese de los sentimientos reprimidos e ignorados.

Buffy: la cazavampiros, Charmed y Gilmore Girls son grandes ejemplos de este caso, donde la reincorporación de lo femenino a sus narrativas se lleva a cabo por medio de la sanación del vínculo madre-hija, o inclusive entre hermanas. Pero Murdock recuerda también que dicho nexo puede o no implicar una sanación con la propia relación madre-hija, sino que esta implica el duelo por la separación de lo femenino y la recuperación de una conexión con la sabiduría corporal, la intuición y la creatividad. Es decir, que el simbolismo juega un papel crucial en esta etapa en particular.

La etapa de sanar lo masculino herido, indica la reconciliación con los elementos relacionados a todo aquello que en un principio significó su debacle. La verdadera importancia de este paso es el reconocimiento de los propios límites de la heroína así como la aceptación del descanso y el rechazo a la meritocracia, adopta así los aspectos positivos de su naturaleza masculina que es su verdad y a poseer una autoridad sobre sí misma. Los grandes personajes que representaron esta idea aparecieron a principios de siglo con las protagonistas de Alias, La ley y el orden: UVE, Bones, Grey's Anatomy - 80% o Veronica Mars - 79%.

Finalmente llega la integración de lo masculino y lo femenino, la etapa final del viaje, donde la heroína encontrará el equilibrio exterior e interior. Con esto se desarrolla una nueva conciencia femenina ligado a la naturaleza, las emociones y la fluidez creativa, mientras conserva los elementos estereotípicamente vinculados a lo masculino para hacer oír su voz en el mundo. De tal manera que esta unión en balance reconoce las heridas que se han causado mutuamente y las deja ir. En palabras de Murdock:

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[La heroína] no debe descartar ni renunciar lo que ha aprendido a lo largo de su búsqueda, sino ver sus habilidades y éxitos ganados con tanto esfuerzo no tanto como la meta sino como una parte de todo el viaje. Este enfoque en la integración y la consiguiente conciencia de interdependencia es necesario para cada uno de nosotros en este momento mientras trabajamos juntos para preservar la salud y el equilibrio de la vida en la tierra.

En menor y mayor medida, las heroínas del siglo XXI se acercaron a este concepto. Hermione Granger, Katniss Everdeen, Trinity e incluso la misma Leslie Knope fueron pioneras en este tópico en la industria del entretenimiento, pero aquí también se encuentran muchas actuales heroínas más queridas en la actualidad. Daenerys y Rhaenyra Targaryen en la serie Game of Thrones y La casa del dragón - 91%, Natasha Romanoff, Carol y Kara Danvers, Wonder Woman, Wanda Maximoff, Michonne, Furiosa o Michael Burnham — siempre teniendo en cuenta que, en materia de representación, Star Trek fue una de las primeras narrativas de la cultura pop en poner a una mujer racializada al frente, con la icónica Nyota Uhura.

Cabe señalar que, así como las etapas del Viaje de la Heroína no son rígidas ni inamovibles, el final de esta travesía tampoco implica un cierre total definitivo. La autora Valerie Frankel es una de las investigadoras contemporáneas sobre el tópico, quien ha volcado su trabajo hacia la resignificación de las mujeres en la mitología y folklore. Mediante su obra, retoma de los relatos clásicos de la cultura occidental, tanto como de la tradición oral de la América Prehispánica, la asiática, la de distintas culturas de oceanía y africanas, para reinterpretar sus hazañas y travesías con el fin de demostrar que el rol de las mujeres siempre ha sido el de intermediaria entre nuestro mundo y las fuerzas del universo.

Desde su perspectiva, la conexión de lo femenino con la naturaleza cobra una connotación divina, por lo que estas heroínas deben ser celebradas como precursoras de poder y sabiduría. Sin embargo, esta vertiente debe darse a la tarea de resignificar sin olvidar que no es posible actualizar todos los aspectos de estas historias, es decir, que al pertenecer a convenciones existentes desde el inicio de la civilización humana también cargan con cada uno de sus perjuicios.

Sin duda este es un fenómeno que aún es recurrente en nuestros días, pero lo importante es recordar que mientras la heroína sea fiel a sí misma y actúe acorde a sus propios anhelos y metas, la forma en la cual su viaje sea representada en su contexto no será lo más relevante. Desde hace algunas décadas las llamadas bombshells han existido tanto en narrativa como en estética, y aunque son a menudo sean hiperexualizadas por los medios de comunicación mediante el uso de la violencia desmedida —por ellas o sobre ellas— lo cierto es que este no es un contexto al que se encuentren forzosamente relacionadas. De tal manera que cada heroína —así como cada mujer— es dueña de su propio destino así como de la forma en la que su mente y su cuerpo se expresan en el mundo. Sí y sólo sí, esto es de su elección.

Es bajo estos preceptos personajes como Lara Croft, Jill Valentine, Chun-Li, Ciri, Mikasa Ackerman, Chihiro Ogino o Nana, así como la gran pléyade de DC Comics, Marvel, Canción de hielo y fuego, El señor de los anillos y demás épicas contemporáneas han llegado a ser lo que son hoy en día. Pero estas autoras también dejan la puerta abierta a una actualización de las etapas del viaje, si bien no en significado simbólico, sí en todos aquellos posibles cambios históricos que la evolución social traiga consigo a la identidad de las mujeres. Es por eso que hoy más que nunca celebramos la existencia de una gran diversidad de heroínas en las cuales inspirarnos y con las cuales seguir construyendo representatividad en nuestras ficciones.

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