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RESEÑA FICM 2020 | Yermo | Los invisibles e imperecederos lazos que nos unen

A través de desolados y magníficos escenarios, el nuevo documental de Everardo González es una mirada silenciosa e introspectiva, que busca en esos parajes aquello que nos (re)conecta como especie

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RESEÑA FICM 2020 | Yermo | Los invisibles e imperecederos lazos que nos unen

A través de desolados y magníficos escenarios, el nuevo documental de Everardo González es una mirada silenciosa e introspectiva, que busca en esos parajes aquello que nos (re)conecta como especie

POR Francisco Javier Quintanar Polanco -

Tras el impacto y la zozobra dejados al espectador a causa de lo expuesto en su anterior largometraje La Libertad del Diablo - 88%; ahora el cineasta Everardo González ofrece en cambio un trabajo de un tono opuesto y más amable, a modo de alivio después de los horrores mostrados anteriormente.

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Para ello, nos traslada a diferentes regiones del mundo, separadas por cientos de kilómetros entre sí, pero que comparten algo en común: son parajes agrestes, de clima hostil sino es que de plano extremo, en donde las condiciones de vida parecieran inadecuadas para el humano. Y sin embargo, estas áridas tierras están habitadas.

En un trabajo que costó cinco años completarse, el cual fue filmado en locaciones en México y otros países como Estados Unidos, Chile, Mongolia, Perú, Marruecos, India, Namibia e Islandia, Yermo - 100% no solo es el título del filme, sino del concepto que unifica lo que en él se ve, se trate de heladas estepas o secas llanuras o parajes donde la arena se pierde en el horizonte. Dichos paisajes son retratados por el propio Everardo de una manera que resalta su naturaleza indómita e inhospitalaria, pero también su majestuosidad.

Del mismo modo, el montaje de Paloma López redondea el concepto, apostando por una “homogeneización” entre esos paisajes. Así que en un momento podemos estar contemplando el desierto de Gobi, y al siguiente instante estamos en el de Atacama, o en las heladas estepas mongolas, y así sucesivamente, creando un envolvente palimpsesto visual.

Con estos imponentes escenarios de fondo, el director nos muestra como es la existencia de aquellos que osan vivir en esos lugares, sujetos a condiciones siempre adversas y de múltiples privaciones. Y a pesar de las cuales, han logrado hacer de esas tierras áridas y hostiles su hogar. Sus esfuerzos y tribulaciones cotidianas también se hallan plasmados en la cinta.

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Sin embargo, Yermo - 100% no se queda meramente en un registro de naturaleza antropológica o etnológica, sino que va más allá. Gracias a un enfoque particular y certero, ocurren dos cosas: la primera, que los observados a la vez observen, e incluso nos devuelvan la mirada en un par de escenas. En ellos se percibe una apertura total hacia la cámara, rayando en la familiaridad. De forma análoga pero también opuesta a lo que ocurría en La Libertad del Diablo, donde los rostros enmascarados que aparecían a cuadro narraban sin tapujos escalofriantes historias, aquí los personajes hablan libremente, a veces entre sí, a veces hacia quien está detrás de la cámara. Y en sus charlas hablan con total desenfado -incluso haciendo comentarios sobre quienes los filman-. Pero además, algunos de ellos “actúan” de modo desinhibido frente a ella, ya sea para tratar de remolcar un vehículo, o ejecutar un canto ancestral. Como si no se tratase de una cámara, sino de un invitado que los observa calladamente, pero con el cual pueden tener interlocución. Es decir, quienes filman a veces -sin salir a cuadro-, se convierten asimismo en partícipes dentro de la cotidianeidad de sus observados, quienes también les miran con curiosidad.

La mirada silenciosa y a la vez introspectiva de Everardo que registra la diaria labor de sus protagonistas para sobrevivir, gradualmente nos va develando un tejido mucho más fino. Uno que, al igual que ocurre con las particularidades geográficas que funcionan para crear conexiones entre los escenarios, sirve aquí para unificar a los personajes en su lucha diaria y su determinación por vivir en esos lugares, en su ingenio combinado con conocimientos tradicionales para solventar los obstáculos, e incluso en el buen ánimo que muchos de ellos muestran ante esas condiciones severas.

Y esos lazos invisibles que los conectan, se van extendiendo también hacia el espectador, brindándoles una especie de conexión (¿o reconexión?) empática con ellos, salvando no solo las distancias geográficas, sino también las históricas, sociales y culturales que puedan separarnos. Y percibir esas similitudes y los profundos vínculos que los unen entre sí y nos unen a ellos. Los cuales muchas veces olvidamos con facilidad.

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