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RESEÑA: Baba Yaga | Infancias atormentadas

Aunque el más reciente filme del ruso Svyatoslav Podgaevskiy se mueve por los terrenos convencionales del cine de horror occidental, consigue compaginar atmósferas inquietantes con un desolador retrato de la niñez

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RESEÑA: Baba Yaga | Infancias atormentadas

Aunque el más reciente filme del ruso Svyatoslav Podgaevskiy se mueve por los terrenos convencionales del cine de horror occidental, consigue compaginar atmósferas inquietantes con un desolador retrato de la niñez

POR Fco. Javier Quintanar Polanco -

Svyatoslav Podgaevskiy es un cineasta quien se ha especializado en llevar a la pantalla grande una serie de relatos provenientes de mitos y supersticiones del folclore europeo, combinándolos con las fórmulas clásicas del cine hollywoodense de horror. El fin es claro: competir en mercados internacionales (particularmente occidentales) y tratar de llegar a esos públicos.

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A pesar de que sus propuestas lucen atractivas, el producto final no ha logrado conseguir una trama lo suficientemente sustancial la cual le permitiese potenciar adecuadamente sus propias premisas y aprovechar en su favor los clichés del género, desembocando en productos meramente derivativos, en curiosas pero olvidables réplicas del cine de horror más trillado y convencional, como ocurrió con títulos como La Novia(2017) o La Sirena: La Leyenda Jamás Contada - 22% (2018). Baba Yaga (2020), su mas reciente filme, también cojea del mismo pie en cuanto a sus convencionalismos. Sin embargo, es un significativo avance dentro de la trayectoria del cineasta, al mostrar una estética más depurada y un sólido y fascinante subtexto en la trama.

Tomando como punto de partida al mítico personaje de las tradiciones eslavas, Podgaevskiy y la codirectora Nathalia Hencker, junto con sus guionistas Natalya Dubovaya e Ivan Kapitonov traslada a la legendaria bruja devoradora de niños desde los oscuros y lúgubres bosques de la antigüedad, hasta una megalópolis rusa actual. En su prólogo, explica que Baba Yaga fue aprisionada en el mundo de los muertos mucho tiempo atrás y desde entonces, está buscando regresar a este mundo con la ayuda de un alma oscurecida.

Su búsqueda la lleva hasta una de las modernas aldeas de la actualidad, o sea un conjunto de modernos condominios residenciales, donde vive Egor (Oleg Chugunov), un niño cuya situación es muy deprimente: su madre ha fallecido, y su padre ha traído a vivir al departamento a Yuliya su nueva esposa (Maryana Spivak), con quien ha concebido una hija. Egor ama a su padre y siente cariño por la bebé, pero no lleva una buena relación con su madrastra, lo cual es motivo de continuos choques entre ellos, que lo llenan de enojo y de una profunda nostalgia y melancolía por la ausencia de su progenitora.

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Para colmo, comienza a sufrir acoso por parte de Anton (Artyom Zhigulin), el abusador de su escuela. Y aunque conoce y se relaciona con Dashka (Glafira Golubeva), una niña quien a su vez padece de un autoritario yugo materno; el menor prácticamente se torna un ser solitario y vulnerable.

Una serie de eventos convierten la ya de por si atribulada vida de Egor en una pesadilla: un sueño recurrente donde ve a su madre muerta pidiéndole que le ayude a regresar, la súbita aparición de Tatyana (Svetlana Ustinova), una atractiva a la par que siniestra niñera quien, al tiempo que le insinúa cosas terribles, de forma gradual pero acelerada comienza a entrometerse en la vida e intimidad de su familia. La llegada de esta mujer viene acompañada de una serie de visiones aterradoras las cuales persiguen al infante protagonista, y cuando las comenta con los adultos, estos no le creen y asumen que son producto de su imaginación o peor aún, que miente deliberadamente para llamar la atención.

En el momento en el cual la hermanastra de Egor desaparece, las cosas se tornan aterradoras, cuando se percata que la bebé también está desapareciendo de los recuerdos de todos (incluso de los de sus propios padres), como si nunca hubiese existido. Ello lo lleva a indagar y con la ayuda de Dashka y del propio Anton (quienes también están siendo víctimas de la presencia maligna), averiguan lo que ocurre y deciden encarar a la criatura, y también los llevará a enfrentarse a sus miedos y deseos más oscuros, en una dinámica muy similar a la de películas como It (Eso) - 85% o series como Stranger Things - 96%.

En ese rubro, Baba Yaga destaca por el universo infantil concebido para el trasfondo de su trama, Una infancia retratada como un lugar frío y oscuro, donde el desamor, la incomunicación, la intolerancia, el autoritarismo y/o el abandono son la norma, y donde los menores sufren de violencia en diversas formas. Y en el cual deben de llevar su dolor y sufrimiento en silencio, solos, sin nadie que pueda o quiera escucharlos. La visión desoladora de la niñez presentada aquí dialoga estrechamente con la mostrada por el cineasta ruso Andrey Zvyagintsev en su cinta de 2017 Sin Amor - 91%. Incluso comparten a la actriz Maryana Spivak, quien en la obra de Zviáguintsev interpretaba a una madre egoísta e incomprensiva, y aquí replica a ese personaje, en la forma de una madrasta incapaz de comunicarse y empatizar con el protagonista.

Esta visión compartida de una infancia atormentada no pareciera una mera casualidad, más bien da la impresión de que ambas producciones, desde distintos géneros, llegan a la misma reflexión y visibilizan una misma problemática. Claro, el propósito es diferente en cada caso, pero no deja de llamar la atención la forma similar en que trabajos tan disímbolos se enfocan en dicha problemática actual.

De la misma forma, el diseño de producción y visual esta enteramente supeditado a la recreación de ese universo infantil tortuoso y pesadillesco. Así, espacios domésticos y urbanos cotidianos son transformados por la lente del cinefotógrafo Anton Zenkovich en escenarios de pulcra y moderna apariencia, pero de atmósferas densas, frías y oscuras, donde un sentido amenazador flota en el aire, y en donde la monstruosidad y la malevolencia esta oculta, acecha y se revela ya sea a través de una cámara de vigilancia, de un celular o incluso de una inteligencia artificial.

Baba Yaga dista de ser un filme de horror memorable, pero es uno con llamativas cualidades que atestiguan la evolución estilística de su director y anuncian que se halla muy próximo a crear su primera gran joya dentro del género.

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