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RESEÑA: Honey Boy: Un Niño Encantador | Enfrentando el dolor del pasado

Un largometraje que resulta clave para entender la vida de un actor tan enigmático como Shia LaBeouf.

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RESEÑA: Honey Boy: Un Niño Encantador | Enfrentando el dolor del pasado

Un largometraje que resulta clave para entender la vida de un actor tan enigmático como Shia LaBeouf.

POR Kevin de León -

Como figura pública Shia LaBeouf ha sido en diversas ocasiones el centro de atención, protagonizando accidentes automovilísticos, acusaciones de plagio, arrestos, y varios episodios en contra de la fama que han generado polémica en su carrera. El talento del actor es innegable, lo ha demostrado en producciones de corte comercial como Transformers - 57%, Paranoia - 69%, Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal - 78%, así como también dentro del cine de autor en películas como Ninfomanía: Primera Parte - 75% y Dulzura Americana - 79%. LaBeouf tiene una vasta filmografía que lo consolidó desde muy joven como una de las grandes promesas de Hollywood. Sin embargo, la presión de crecer desde muy pequeño frente a los reflectores, es algo que resonaría más tarde en su vida adulta, desencadenando adicciones, estrés postraumático y una relación complicada con su padre. Dichas experiencias son las que llevaron al actor a escribir el guion de la película Honey Boy: Un Niño Encantador - 91%.

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La trama de esta cinta se centra en Otis (Noah Jupe), un chico de 12 años que se dedica a la actuación y está bajo el cuidado de su padre, James (LaBeouf), un ex payaso de rodeo, desempleado y adicto a la heroína. Sin embargo, pareciera que es Otis quien está a cargo de su tutor y los intentos del menor por responsabilizar a James poco a poco van fracturando la relación padre e hijo. La presión que vive el niño entre cámaras y junto a su progenitor, lo conduce poco a poco a una vida llena de adicciones y estrés post traumático en un Otis adulto (Lucas Hedges). Ahora, para sanar, el actor tiene que volver a su pasado y enfrentarse a episodios que marcaron su vida.

La película se desarrolla entre 2005 y 1995 y nos presenta a un Otis en su etapa infantil y a Otis en su etapa adulta intercalando escenas con temáticas y acciones similares que nos hacen entender perfectamente ambas épocas. La secuencia inicial, nos anuncia que estamos a punto de ver una película explosiva y no, no específicamente como las explosiones de Michael Bay, sino un retrato explosivamente emocional. En los primeros minutos del metraje, la película nos recuerda aquel choque automovilismo que sufrió LaBeouf en el 2008, en el que su camioneta quedó volcada. Este también es un filme de choques constantes entre dos personajes, los cuales están muy bien definidos, por lo tanto, ambas fuerzas opositoras dan pie a un interesante conflicto entre padre e hijo.

Desde el guion se nota como James y Otis fueron concebidos con una increíble fuerza cinematográfica, pero sobretodo se sienten trazados desde el lado más real y humano de LaBeouf. Ambos personajes adquieren mayor potencia con quienes se encargan de interpretarlos, destacando Noah Jupe en las escenas que logra enfrentarse a su padre y a la soledad que tiene que sobrellevar desde muy pequeño. Casi como un acto de psicomagia de Alejandro Jodorowsky, LaBeouf interpreta a su propio padre y lo hace tan bien que uno cree estar conociendo a su progenitor, incluso sin saber que tanto se asemeja la interpretación del actor a la vida real.

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La directora Alma Har'el, logra una cuidadosa puesta en escena que es rica en detalles y apuesta a revelar a través de ellos una lista de particularidades en las que se encuentra el valor de esta película. Har'el utiliza los gestos, las miradas y el contacto físico para remarcar un subtexto latente en esta película, la soledad, esa que a veces sentimos aun estando acompañados, esa que llega cuando nos perdemos en nosotros mismos sin encontrar un lugar en el mundo. Aunque la cinta nos recuerda los inconvenientes y consecuencias de la fama en actores infantiles, también resalta como la relación con nuestros padres es algo que nos define para toda la vida y sobre ese punto, podemos reconocer que la historia de LaBeouf se vuelve universal.

La fotografía se apoya en close ups y planos medios que se acercan con intimidad a los personajes. La paleta de color utiliza colores vibrantes, pero también se encarga de generar una atmósfera de nostalgia, en especial en aquellos momentos en que se vuelve al pasado. La banda sonora aporta excelentes emociones a lo largo de esta película y algunas escenas beben su fuerza a partir del soundtrack.

Honey Boy: Un Niño Encantador, es emotiva a partir de la nostalgia que Har'el construye con maestría. Es una película con un excelente ritmo que logra mantener el interés en todo momento. Presenta personajes bastante interesantes, que están marcados desde un buen guion. Es una cinta que nos recuerda que muchas veces para superar el dolor hay que enfrentarlo. La escena final revela el verdadero sentido de esta película que no mencionaré para no revelar spoilers, pero definitivamente esa última imagen es lo que vuelve a esta película una experiencia inolvidable.

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