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RESEÑA: El Faro | Una delirante pesadilla para iniciar el 2020

Robert Eggers nuevamente explora los abismos de la mente y la condición humana, en una historia pletórica de supersticiones, folklore y referencias mitológicas y literarias

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RESEÑA: El Faro | Una delirante pesadilla para iniciar el 2020

Robert Eggers nuevamente explora los abismos de la mente y la condición humana, en una historia pletórica de supersticiones, folklore y referencias mitológicas y literarias

POR Fco. Javier Quintanar Polanco -

Tras haber captado la atención del público y la crítica internacional con su ópera prima La Bruja - 91% de 2015, el norteamericano Robert Eggers sube la apuesta y regresa a la pantalla grande con un segundo trabajo más ambicioso formal y narrativamente hablando: filmado en blanco y negro, rodado en un paraje remoto y agreste, y con solo dos actores quienes tienen que llevar en sus hombros toda la carga del filme.

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El resultado es El Faro - 96%, historia situada en algún momento de finales del siglo XIX, y que involucra a dos hombres quienes deben cuidar la instalación que da título al largometraje, la cual se halla en una isla remota azotada constantemente por el frío, la bruma y helados mares. La lejana ubicación de este lugar los obliga a pasar un tiempo solos, sin contacto con otros seres humanos y sin más compañía que la mutua.

Thomas Wake (Willem Dafoe) y Ephraim Winslow (Robert Pattinson) son los dos hombres responsables de cuidar la instalación. Wake es un hombre mayor, algo necio, gruñón y autoritario quien gusta emborracharse en sus ratos libres. Winslow por su parte, es más bien serio y taciturno, y obedece las órdenes (a veces caprichosas) de Thomas, ya que se encuentra allí trabajando bajo contrato temporal, y en sustitución del anterior ayudante del anciano, el cual murió en circunstancias misteriosas, como descubrirá el joven durante una noche en que ambos sostienen una charla afable, al calor de unos tragos de alcohol.

Mientras desempeña las labores rutinarias asignadas por Wake, Ephraim empieza a ver cosas extrañas, algunas de ellas escalofriantes: al anciano paseándose desnudo por las noches en lo alto de la torre —desde donde emana el haz de luz que guía a los navíos—, troncos de árboles flotando próximos a las costas del faro, y extraños seres parecidos a sirenas u otras míticas criaturas marinas. Y sobre todo, es acosado por una inquietante gaviota con un solo ojo. Un día antes de que el contrato de Winslow expire y tenga que regresar a tierra firme, este mata al ave en un arranque de ira… y ese acto parece sellar su destino, porque posteriormente se desata una tormenta (tanto fuera como dentro de la edificación) dando inicio a una pesadilla interminable, donde la realidad se confunde y colapsa, y los hombres (y el faro) revelan sus más oscuras caras.

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Al igual que lo hizo en su anterior película, Eggers construye un relato sobre los obsesivos y retorcidos caminos por donde la mente humana puede transitar, en especial cuando es alimentada por creencias y supersticiones, y potenciadas por un entorno rudo y solitario. Aderezada además con una sensación constante de claustrofobia, acentuada tanto por los espacios cerrados en los cuales ocurre buena parte de la historia (filmados dentro de un hangar acondicionado y cercano a las locaciones naturales), como por las sofocantes atmósferas, texturas e incluso olores evocados gracias a la fotografía en claroscuros -y guiños expresionistas- de Jarin Blaschke, como por la dirección de arte de Matt Likely, el diseño sonoro que incrementa ese ambiente demencial (las sirenas de alarma de niebla son un efectivo recurso dramático) y rematada por las titánicas actuaciones de Dafoe y Pattinson, quienes emprenden un verdadero tour de force de casi dos horas, en donde vemos la relación de poder y el gradual deterioro que sufre la relación de los dos protagónicos.

Y sobre todo, El Faro - 96% goza de un estupendo guión, sencillo en su planteamiento pero enriquecido de referencias provenientes del folklore popular (las sirenas y el mortal embrujo que ejercían sobre los hombres), de la mitología (griega sobre todo, y en particular del mito de Prometeo) y de la literatura universal (sus personajes bien podrían ser parte de una novela de Herman Melville … la causa que detona su desgracia y su fatal destino remiten a lo descrito en la Balada del viejo marinero de Samuel Taylor Coleridge…). Dichas referencias están distribuidas en la trama de forma estratégica y equilibrada, al tiempo que también son reinterpretadas por medio de poderosas imágenes y secuencias mostradas a lo largo del filme, haciéndolo alcanzar momentos épicos.

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Es importante aclarar que aunque ayuda que el espectador conozca estas referencias literarias y míticas -o por lo menos tenga nociones de ellas-, tampoco se trata de una obra en extremo culterana, hermética, la cual se entienda solo parcialmente si se desconocen los referentes a los que hace alusión. Todo lo contrario: el relato es por si mismo lo suficientemente sólido, intenso y perturbador que atrapa y envuelve como si se tratase de los sinuosos tentáculos de algún aterrador monstruo marino semejante a los que la cinta alude.

Sin lugar a dudas, estamos frente a la primera de una de las mejores películas que podremos ver en este recién iniciado 2020.

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