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El Resplandor de Stanley Kubrick: la escritura del padre vs la escritura del hijo

En El Resplandor, el hijo del matrimonio de Jack Torrance y Wendy Torrance parece ser el catalizador de la fatamorgana de la familia

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El Resplandor de Stanley Kubrick: la escritura del padre vs la escritura del hijo

En El Resplandor, el hijo del matrimonio de Jack Torrance y Wendy Torrance parece ser el catalizador de la fatamorgana de la familia

POR Ramses Ramírez -

Al hablar de alguna de las películas rodadas por Stanley Kubrick, es probable que nos sorprendamos por la calidad de cada una de ellas. En un lugar destacado se encuentra El Resplandor - 92%, estrenada el 23 de mayo de 1980, que es sin duda alguna, una de las películas más influyentes de terror, entre las que se podrían contar también a Psicosis - 37% de Alfred Hitchcock, El Exorcista - 87% de William Friedkin y, más cercana a nuestra modernidad, Exterminio - 87% de Danny Boyle. Todas ellas nos han legado imágenes del inconsciente colectivo (eso que reconoces como si ya lo hubieras visto antes, como si lo presintieras) que hacen nuestras delicias de adictos al terror. Basta recordar la crisis psicótica de Jack Torrance (Jack Nicholson), los cientos de páginas mecanografiadas con una sola frase:

«Tanto trabajo y nada de diversión han convertido a Jack en un tipo aburrido»

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Basada en la novela del mismo título del escritor norteamericano Stephen King , a la cual no se apega de manera fiel, la película nos cuenta la estancia de la familia Torrance en el hotel Overlook, donde estarán a cargo del hostal retirado en las montañas de Colorado, The Rocky Mountains, que permanecerá cerrado durante el cruento invierno. Jack Torrance (Nicholson), el padre, es un escritor alcohólico y en apuros, que ve este retiro como la oportunidad para combatir su bloqueo creativo. Wendy Torrance (Shelley Duvall), la madre, es una mujer dedicada al hijo, de apariencia frágil y con un rostro que evoca la angustia y el miedo, de ojos grandes y mejillas hundidas. Y finalmente Danny Torrance (Danny Lloyd), un niño de aproximadamente seis años, que al parecer tiene poderes psíquicos.

Las cosas comienzan a tensarse y a volverse sobrenaturales cuando el padre comienza a sufrir alucinaciones y delirios de asesinato contra su familia, mientras el hijo advierte las señales de un crimen en el hotel varias décadas atrás, al mismo tiempo que presiente el asesinato que está por ocurrir. En un ejercicio de reconstrucción, quiero recordar uno de los motivos más icónicos de la película: Danny Torrance y la escritura espejo.

Danny Torrance y la escritura espejo

El hijo del matrimonio de Jack Torrance y Wendy Torrance parece ser el catalizador de la fatamorgana de la familia. Un niño con un trastorno de lenguaje y escritura (escritura de espejo), que además tiene un amigo imaginario con una voz propia, que el niño finge enronqueciéndola. Hay suficientes elementos como para decidirnos a ver los juegos de los niños como un poco menos inocentes de lo que en realidad son, después de ver la película.

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El elemento del trastorno del lenguaje delata la presencia de lo sobrenatural y también dilata el espacio donde concurren los distintos tiempos del asesinato. La locura se desplaza a través de las dos realidades por medio de la geometría, lo cual desemboca en el delirio. Basta recordar la simetría en la composición del escenario y el transito monótono que va reforzando la sensación de aislamiento que nos sugiere la atmósfera opresiva de un gran hotel en medio de la nada. La escena en concreto donde el lenguaje del niño nos revela que algo no está bien es cuando en la habitación, mientras su madre duerme, el chico, como poseso, repite una y otra vez "redrum", toma un cuchillo y un lápiz rojo y escribe la palabra, mientras continúa diciéndola, cada vez con más intensidad hasta despertar a su madre, que sobresaltada ve en el espejo lo que el niño había escrito en la puerta: murder (asesinar).

Esta subversión es la revelación de lo sobrenatural a través del lenguaje, de la grafía, que será un motivo a lo largo de la película, ya que, a la geometría de los eventos, dos asesinatos en épocas distintas que parecen vincularse a través del niño y su padre, así como de la escrupulosa simetría del decorado del hotel, también nos indican la revelación funesta, la fatamorgana, el sueño con la muerte del padre, el sueño del parricidio.

Dos escrituras que se enfrentan, del hijo, la revelación de un mundo sobrenatural y la del padre, una escritura que en su simetría toca el caos. Un tiempo posible dentro de su imposibilidad (hay que pensar que los poderes psíquicos del niño se normalizan, con el artificio del amigo imaginario) enfrentado a un tiempo de esterilidad, de orden delirante.

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