Tomatazos

Una semana de estreno ha sido sido suficiente para que se acuse a Toy Story 4 - 96% de muchas cosas: falta de diversidad, que más que de raza o género pudo haber incluido la presencia de niños autistas o discapacitados como sugirieron algunos, y el falso feminismo, porque para Pixar que Bo Beep lleve pantalones ya es el acto más feminista de lo que va del año, y los más arriesgados aseguran que el personaje del que se habla en este artículo es transgénero y realiza propaganda LGBT, pero esa percepción ya se salió de las manos. Junto con estos temas aparece uno que podría ser considerado como grave, y se trata de la nula educación sobre la sostenibilidad, aún viniendo de una película que tuvo una gran plataforma para crear conciencia y la oportunidad de aportar con el lado moral de la historia, en la forma de un tenedor ¿cuchara? hecho de plástico que se ha ganado el corazón del público.

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Forky es un juguete que nace como resultado de una jornada escolar de manualidades, siendo creación de Bonnie, la niña que es dueña de los juguetes protagonistas. Él se considera basura frente a los otros juguetes vivientes pero Woody lo acoge y le enseña a vivir en un mundo que puede ser demasiado grande para un juguete. Hasta ahí todo muy lindo, pero la popularidad del personaje ha llevado a que todos quieran tener su propio Forky y está bien; la creatividad de chicos y grandes es compartida en redes sociales pero ¿qué ocurre si nadie recicla y son miles de personas los que construyen su propio juguete?

Toy Story 4 perdió el rumbo en ese aspecto. El utensilio de plástico es la base para el personaje y Pixar tuvo una oportunidad de oro para reflexionar en el equilibrio con los recursos del entorno, en las características básicas del desarrollo de las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de futuras generaciones, pero decidió hacer lo contrario.

Es cuestión de revisar en redes sociales para chocarse con la realidad: ¿Cuántos grupos de juegos estarán creando su propio Forky sin acudir al reciclaje? ¿Cuántos fanáticos de las películas de Toy Story habrán comprado plástico para construir un juguete cuyo único objetivo será recibir polvo? ¿Cuántos Forkys tardarán entre 100 y 1000 años en descomponerse?

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16 utensilios plásticos no destruirán el planeta. ¡Espero que no consumas carne o uses plástico!

16 plastic sporks arent going to tip the needle on the planet. Hope you don't eat meat and dont use any plastic products or oil!

— Polly Pocket (@jessxbombshell) June 27, 2019

¿Espero que tampoco consumas carne o uses plástico? No son solo 16 ¿qué hay de todas esas mentes brillantes con sus insignificantes Forky?

La sociedad de consumo que hemos creado y la tendencia de usar y tirar nos lleva a un problema medioambiental grave, siendo uno de los mayores problemas la cantidad de residuos que generamos. En cuanto al plástico y con el incremento de la población, en una década utilizamos más kilos de plástico que en todo el siglo XX y, como “buena” sociedad que somos, todo ese plástico será de un solo uso y con una mínima parte siendo reciclada.

A esto se suma que la visión de Pixar y Disney en la saga de los juguetes prefiere evolucionar dentro de territorio conocido para tocar los temas de siempre como la amistad y la superación. Lo más cercano a la verdadera preocupación por la problemática ambiental y el riesgo de la contaminación de nuestro planeta llegó con el tierno robot reciclador en WALL·E - 96%, estrenada hace 11 años, donde los habitantes de la Tierra se vieron obligados a huir y vivir en naves ya que el planeta se volvió inhabitable por culpa del hombre. La verdad es que la ficción no está alejada de la realidad y menos de nuestro futuro, porque por como van las cosas el daño puede ser irreversible y, aunque es difícil resistirse al vicio del consumismo, es mejor que consideren seriamente si construir a Forky sirve de algo en la vida, más allá de generar más residuos para perjudicar el planeta en el que vivimos.

Pensemos también en qué mundo queremos dejar a las futuras generaciones, a los niños de hoy, a ellos que pudieron haber recibido una valiosa lección de una película que prefirió presentar un personaje adorable e inofensivo a simple vista, cuya realidad incita al problema del plástico que se ha tratado de combatir por tantos años.

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