El prestigioso crítico de cine Roger Ebert decía que “cada gran película debe parecer nueva cada vez que la ves”, y lo cierto es que muy pocas de esas obras fundamentales de la cinematografía mundial hacen honor a la frase, pero ¿qué hace que una obra maestra continúe tan fresca y vigente como en su estreno? ¿Por qué algunas producciones siguen deslumbrando tanto? Como las mismas preguntas lo plantean, son muchas las cuestiones que hacen que ciertas películas se conserven a través de los años, a veces son las actuaciones, su diseño de producción o la forma en que está ejecutada la película.
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En seguida presentamos algunas de esas películas que han resistido el paso del tiempo y que se ven nuevas cada vez que las visionamos (vía Taste of Cinema).
Luchino Visconti retrató la cambiante sociedad italiana en torno a Don Fabrizio, Príncipe de Salina (Burt Lancaster) en El Gatopardo. A través de personajes que vienen y van a lo largo del desarrollo de la trama, pero teniendo en el centro a Don Fabrizio, éstos son la representación de las posturas a favor y en contra de un nuevo sistema social en Italia. La manera en la que Don Fabrizio observa el devenir y fin de una época, la inolvidable secuencia de baile casi al final de la película con Claudia Cardinale, así como el bellísimo diseño de producción, la fotografía, las secuencias de baile y los paisajes, hacen de esta pieza una obra imperecedera.
Terrence Malick inició su carrera con la película Badlands y, desde entonces, manifestó su sensibilidad visual e intereses panteístas. Es cierto que, a primera vista, podría ser una película sobre “un par de amantes” en la carretera, pero cuando se va más de una vez, parece que la historia cambia: en realidad, es una historia de amor entre dos personas que están perdidas en la vida, pero que crean un vínculo íntimo. Pero, sin duda, Badlands puede ser una historia de amor, una matanza diabólica, un relato sobre la pérdida de la inocencia y una pintoresca exploración del medio oeste americano, temas recurrentes en la filmografía de Malick. Su tono lírico y la presencia de la naturaleza sembrados como subtextos significantes hacen que esta película nos parezca nueva cada vez que la disfrutamos.
La última película que Andrei Tarkovsky filmó incluso estando enfermo, le significó una reflexión profunda sobre la vida humana en la Tierra a través del personaje de Erland Josephson, Alexander, quien reza a Dios para tratar de evitar un holocausto nuclear. Como en su mayoría de obras, el director ruso exige un espectador comprometido para darle significado a lo que observa y reflexionar si lo que se vio fue un poema o una parábola, si fue obra de una fuerza espiritual o humana. El Sacrificio es una obra duradera debido a que todas las edades de los seres humanos están representadas, desde el nieto al abuelo, así como la forma en que se pudiera enfrentar el fin del mundo, es por eso que cada vez se ve este largometraje, el espectador puede relacionarse con diferentes puntos de vista y descubrir si el sacrificio ocurrido fue realmente necesario.
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La película de Paolo Sorrentino nos da, como su nombre lo indica, belleza y esplendor a manos llenas para acompañar a Jep (Toni Servillo), un escritor que durante su juventud tuvo gran éxito, pero que en su edad adulta, vive y convive con la vacía sociedad romana, hasta que decide comenzar la búsqueda de la gran belleza, en el camino se cruzará con un sinfín de personas, pero también vemos su aislamiento y soledad. Es cierto que la película tiene una gran banda sonora y luces vibrantes, pero si se ve a profundidad, se puede comprobar la tristeza del personaje, pero también la compresión a su vació existencial.
Make Way for Tomorrow
Esta película dirigida por Leo McCarey que tanto admiraban cineastas como Yasujirô Ozu y Orson Welles, fue olvidada por el Hollywood de los años 30, sin embargo, ha permanecido como una de las obras más emotivas de la historia del cine, principalmente por la relación que mantienen unos padres de edad avanzada con sus hijos, es por eso que esta película también crea un vínculo con los espectadores, quienes se pueden sentir identificados.
Aunque parece una comedia romántica en la superficie, Billy Wilder diseñó una de sus obras más aclamadas para ser algo más: un ensayo sobre la vida moderna. El Apartamento hace que te rías, llores y sientas lo que los personajes interpretados por Shirley MacLaine y Jack Lemmon sienten, pero cuando se ve más de una vez se puede percibir que es una historia más triste de lo que parece: un hombre con vida rutinaria y condicionado por sus jefes que le piden el departamento para llevar a sus aventuras o bien, la fragilidad de una chica que se convierte en la amante del director de la empresa a la que, además le ha hecho la falsa promesa de que dejará a su esposa para estar con ella. Sin duda, Wilder pudo visualizar las dinámicas de trabajo que en la actualidad prevalecen, incluso las relaciones sin compromiso, es por eso que esta película sigue siendo tan nueva como el día de su estreno.
Un actor que pasa por la crisis de la mediana edad y una chica recién casada pero solitaria forman un vínculo en la ciudad de Tokio, sin embargo, su peculiar relación no sigue el camino que muchos podrían esperar, su directora Sofia Coppola ha dicho en muchas ocasiones que esta película trata de yuxtaponer a dos personajes en diferentes momentos de sus vidas, personajes que ven el mundo y a Tokio de forma diferente, pero al mismo tiempo, de la misma forma ya que están pasando por situaciones similares. Perdidos en Tokio es de esas películas tiernas y emotivas que nos hace estremecer y pensar cómo se puede compartir una conexión tan fuerte entre personas con una diferencia de edad muy marcada.
Esta película dirigida por Ingmar Bergman gira en torno a temas como el existencialismo, la introspección y la existencia humana a través del personaje de Isak Borg (Victor Sjöström), quien en el umbral de su vida repasa su existencia a través de sueños, recuerdos, pesadillas y encuentros reales para darle una experiencia catártica. Las películas de Bergman siempre necesitan ser vistas más de una vez ya que nunca se alejó de los temas sombríos de la existencia, pero en esta película, a pesar de la oscuridad y el arrepentimiento, prevalece un sentimiento de alegría que se descubre cuando la película es vista más de una vez.
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Luego de entregar La Dolce Vita - 
96%, Federico Fellini se encontraba en un bloqueo creativo debido a la ansiedad que le generaba hacer una nueva película tras la que muchos llamaron su obra maestra, sin embargo, dentro del caos encontró la inspiración y se dedicó a hacer una película que hablase de sí mismo y de su crisis, el resultado es 8 1/2. Los críticos aclamaron esta película y pusieron énfasis en el puñado de temas que hablaban del director italiano: el proceso creativo, su relación con las mujeres, su infancia, sus fantasías, sus sueños, sus recuerdos, la sociedad italiana, la sexualidad y muchos otros temas, y es que, 8 ½ es eso y más, incluso descubrimos nuevas líneas con cada nueva visualización, así es como podemos hacer paralelismo con el personaje y la vida de Fellini.
Mi Cena con André
¿Cómo es que una película que, de sus 111 minutos, 110 de ellos muestran a un par de personajes en una mesa platicando? El triunfo es de la habilidad de sus histories y la inteligencia de su director Louis Malle. La conversación es de toda, desde la naturaleza de las obras de teatro, pasando por los viajes, el existencialismo, la vida en Nueva York y el simple placer de vivir, es por eso que lo que la hace reveladora en cada visionado es la forma en la que nuestra propia visión de la vida a veces se parece más a la de André o a la de Wally. Gracias a que hay cientos de temas de los que ambos conversan es que a veces podemos cambiar nuestros puntos de vista
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