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Tramposos con suerte | Otra desafortunada comedia mexicana

Joel Núñez estrena un nuevo largometraje sobre las desventuras de un grupo de actores fracasados, quienes deciden explotar sus habilidades de otra forma, con el fin de ganar dinero.

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Tramposos con suerte | Otra desafortunada comedia mexicana

Joel Núñez estrena un nuevo largometraje sobre las desventuras de un grupo de actores fracasados, quienes deciden explotar sus habilidades de otra forma, con el fin de ganar dinero.

POR Fco. Javier Quintanar Polanco -

Paco (Guillermo Iván) y Pepe (Osvaldo de León) son dos actores de teatro cuyas carreras simplemente no han podido despegar, y se han pasado audición tras audición tratando de conseguir un papel importante, sin lograrlo. Al tener esposa y una hija, Paco debe trabajar como payaso en fiestas infantiles para poder mantenerlas; mientras Pepe por su lado, se desenvuelve como barman.

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Tras sufrir un nuevo descalabro en su frustrada carrera, ambos deciden (alentados por un cantinero amigo suyo) a iniciar un negocio secreto donde apliquen sus talentos para crear coartadas convenientes u oportunidades de ganar dinero para diversos clientes. Para echar a andar esta peculiar empresa reclutan a Sofía (Ana Layevska), quien se retiró de la actuación desarrollando en cambio una carrera en la industria de los cables eléctricos, y estuvo profundamente enamorada de Paco antes que este se casase; y también suben a bordo a Manu NNa (nombre artístico del comediante de Stand-Up Cristopher Nava) para asistirles, y entre los cuatro inician su poco usual negocio. Aunque las cosas marchan bien y ganan buenos ingresos, todo se saldrá de control cuando se topan con un “empresario” (Ramiro Fumazoni) quien descubre su secreto y les chantajea, al mismo tiempo que Isabel la esposa de Paco (Daniela Zavala), se entera sobre la verdadera actividad de su esposo.

Tramposos con Suerte es la cuarta producción cinematográfica del cineasta Joel Núñez, más recordado por su trabajo estrenado en 2017, ¿Cómo Matar a un Esposo Muerto?, vehículo de lucimiento para la comediante televisiva Mara Escalante. Aunque en realidad sería la tercera, porque se produjo un año antes que esta última. Y también se trata de una comedia (otra más) de enredos y situaciones chuscas generadas aquí en su mayoría por las actividades de los histriones protagonistas. Desafortunadamente, adolece de los mismos problemas que su predecesora.

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De entrada la premisa tiene muy poco de original. Baste recordar títulos de la cinematografía mexicanacomo Bromas, S.A. (Alberto Mariscal, 1967) y Actores S.A. (Carlos Sariñana, 2013) o incluso la serie televisiva Los simuladores (2008). En ese aspecto, el nuevo trabajo de Núñez no sólo no aporta nada novedoso, sino que lo ejecuta con mucha menos gracia y habilidad en comparación a cualquiera de esas producciones citadas.

El guión y -por ende- la trama, están plagados de una serie de incongruencias y sin sentidos: personajes que entran y salen de la historia sin incidir significativamente en ella y sin tener una verdadera razón de estar allí; cuya interrelación está mal planteada y peor desarrollada. Conductas y decisiones de cada personaje las cuales carecen de la menor lógica y veracidad. Predominan además las situaciones inverosímiles resueltas en su mayoría de la forma más ridícula posible; y otras que son sencillamente gratuitas y nada aportan (y si entorpecen) la trama central; coronado con una resolución del conflicto que apela al humor más primario y simplón. De hecho, toda la película transpira una insoportable esencia de producto televisivo, retomando los peores aspectos de las telenovelas y las comedias de gags.

La narrativa audiovisual también es muy desigual y accidentada. Cierto es que cuenta con una secuencia de inicio y una de salida hiperquinéticas y ágiles, pero toda la habilidad y el talento del director, el camarógrafo y el editor parecen haberse vertido únicamente allí, ya que todo lo demás no sólo peca de rutinario, sino que denota una falta de destreza en el manejo del lenguaje audiovisual. Por ejemplo, en reiteradas ocasiones la cámara se la pasa moviéndose de izquierda a derecha y a la inversa, sin mediar alguna intención, significado o motivo justificándolo, más allá de una equívoca creencia de que con mover la cámara de un lado a otro sólo porque sí es sinónimo de dinamismo.

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La forma en que se cuenta la historia también se percibe inconexa, desarticulada. No hay una fluidez narrativa, y si en cambio una sucesión de situaciones que dispersan la trama y la vuelven confusa y dispareja, como si se tratase más bien de sketches realizados por diferentes personas y luego pegados uno al lado del otro, sin preocuparse demasiado por su cohesión, ni por la continuidad, ni por el ritmo, ni por resolver apropiadamente las propias líneas argumentales planteadas por el filme, dejando conflictos y personajes colgando arbitrariamente.

Y lo peor es que hay ausencias importantes dentro del arco narrativo, en lo referente a la esencia misma del asunto: no hay realmente una buena secuencia que permita ver en acción al grupo de actores/estafadores desplegando sus habilidades para denominarse como tales. A lo mucho se ve una torpe representación en un bar, y otra hecha con fotos fijas, emulando la estética de un cómic. Pero fuera de eso (y la muy fallida escena de la subasta) no hay más actos que ayuden a sustentar su supuesta reputación de eficaces impostores. Y no le hubiesen venido mal filmar algunos, sobre todo para explotar apropiadamente a su cuadro de actores que, dicho sea de paso, están mal dirigidos, y los que no están sobreactuados o planos, están desperdiciados. Lamentablemente, el cineasta decide resaltar las cualidades y capacidades de sus personajes estelares, a través de una escena donde se limita a mostrarlos payaseando en una habitación con pelucas, sombreros y atuendos como si fuesen adolescentes o estuviesen alcoholizados.

Tramposos con Suerte ejemplifica lo que pasa cuando en un proyecto fílmico se conjuntan factores como un precario presupuesto, un argumento muy pobre y malo en su desarrollo, la escasez de talento, una pésima caligrafía cinematográfica, un forzado product placement (aunque eso si, sin llegar a los niveles descarados vistos en Lo Más Sencillo es Complicarlo Todo - 0%) y sobre todo la ausencia de pericia, imaginación y espontaneidad para subsanar las carencias y dificultades antes mencionadas; dando como resultado una penosa comedia de enredos que no es graciosa, pero sí innecesariamente enredada (en especial en su desenlace), y que a causa de sus propias inhabilidades narrativas y argumentales, parece meterse el pie ella sola todo el tiempo.

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