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Tomates a la mexicana: Doña Macabra

Una comedia de horror mexicana de 1971 protagonizada por Héctor Suárez y Carmen Salinas

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Tomates a la mexicana: Doña Macabra

Una comedia de horror mexicana de 1971 protagonizada por Héctor Suárez y Carmen Salinas

POR Ruben Martínez Pintos -

A pesar de la popularidad del cine de horror y comedia en México es bastante raro ver que estos dos géneros se fusionen en la actualidad en las producciones nacionales. Lo cierto es que desde la llamada época de oro del cine mexicano las comedias de horror y de tintes oscuros ya proliferaban. Desde los vehículos para cómicos como El Castillo de los Monstruos con Clavillazo, Se los Chupó la Bruja con Viruta y Capulina y la comedia negra clásica El Esqueleto de la Señora Morales. En la actualidad los realizadores se han olvidado de las enormes posibilidades narrativas que surge al mezclar la risa y el susto de formas ingeniosas. Así que difícilmente podemos ver ya algo como Doña Macabra surgir en estos días y es una lastima porque vaya que urgen este tipo de cintas.

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Hugo Argüelles, escritor y dramaturgo, concibió la idea de Doña Macabra para una telenovela producida por Ernesto Alonso y que sería protagonizada por Ofelia Guilmáin y Amparo Rivelles, esta última como el personaje titular. La dama en cuestión vive en una vetusta mansión junto a su sirvienta Demetria. Dos parientes ambiciosos se las ingeniarán para mudarse al lugar y es que corre el rumor que Doña Macabra esconde una fortuna en alguna parte de la casas. Sin embargo, la llegada de estos buitres pondrá en alerta a las dos señoras, quienes tendrán que idear un plan para lidiar con estos familiares sanguijuelas.

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Las intenciones de la cinta quedan claras desde la secuencia inicial, en la que vemos toda una ceremonia fúnebre preparada por Doña Macabra, Demetria y su inquilino Octavio para una mascota de nombre Pinky, este último un caballo por lo que se vislumbra de su silueta enyesada. Con música y cantos despiden al animal, ante la atónita mirada de varios peatones en la calle, entre quienes se encuentra Otón (Héctor Suárez) quien inmediatamente le informa a su esposa Lucila (Carmen Salinas) que es el momento de intentar entrar y hacerse con la fortuna de la excéntrica tía Macabra. El tono de la cinta queda marcado desde el inicio como una farsa que le pide al espectador no tomarse tan en serio lo que ve, no sólo por la procesión fúnebre sino por el plan de Otón, que involucra por alguna razón regalar un mono araña a la tía. En otro momento de la cinta Demetria menciona que cosas raras ocurren en la mansión, "así como en las películas de Boris". El tono remite efectivamente a cierta película de Boris Karloff, en especifico a The Old Dark House - 100%, dirigida por James Whale y que también trataba sobre una mansión habitada por extraños personajes.

Doña Macabra (Marga López) renta una habitación al ya mencionado Octavio, otro particular personaje que se encuentra ocupado en un laboratorio rocambolesco (con tobogán y estatua del monstruo de Frankenstein - 39% de Karloff incluída) todo el día y noche. Su labor consiste en trabajar con cuerpos desmembrados y crear combinaciones extrañas con partes de maniquíes. El rumor de que víctimas de asesinos sin resolver terminan como carne de cañón para el artesano de la carne ronda entre los habitantes de la zona, Un policía buscará colarse, esto mientras que Otón y su esposa buscan el susodicho tesoro en los pasadizos escondidos del lugar.

Si todo lo dicho suena en extremo enredado o complicado es porque el guión, coescrito por el director Roberto Gavaldón, director de La Diosa Arrodillada, está convencido de que cantidad es igual a calidad. Esto lamentablemente provoca que la trama pierda consistencia después del primer acto. Suárez (en su trabajado papel de macho mexicano) y Salinas como su sufrida esposa tienen buena química y sus escenas juntos son de lo más divertido, pero cuando otros personajes son involucrados (una sobrina adicional que llega de la nada, el policía que por alguna razón se disfraza de chango) las cosas se enredan innecesariamente y todo el ensamble se torna confuso y menos entretenido conforme avanza el metraje.

Doña Macabra tenía bastante potencial y la premisa es buena, pero la ejecución de esta cinta de 1971 dejá que desear y es que después de ver a Suárez ser atacado por enésima ocasión por un perro (y eventualmente por una pantera negra) los gags se vuelven bastante cansados. Quisiera decir que esto se presta para una interpretación contemporánea con un guión más pulido, pero con los malos hábitos de las comedias mexicanas actuales es mejor que se dejen las cosas por la paz (ver a la pareja convertidos en romacondechis sería un fastidio total). Si bien Doña Macabra no es para nada una cinta de culto en la historia del cine de género mexicano si es una curiosidad exótica que amerita una mirada para todos los que tengan curiosidad de saber que, en efecto, en México se hacían otro tipo de comedias en otra época. Esperemos que en algún momento los productores del cine actual vean el jugo que se puede exprimir de esta veta y se aventuren a intentarlo una vez más.

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