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La Boda de Valentina: el humorismo mexicano apuesta una vez más a lo seguro

La comedia romántica pretende enfocarse en las diferencias culturales entre Estados Unidos y México

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La Boda de Valentina: el humorismo mexicano apuesta una vez más a lo seguro

La comedia romántica pretende enfocarse en las diferencias culturales entre Estados Unidos y México

POR Ruben Martínez Pintos -

A pesar de lo aparentemente rígida que sea la comedia en el cine, sobre todo la romántica, la realidad es que existen muchas maneras de abordar el humorismo en un guión. No toda la comedia tiene que apostar exactamente por los mismos arquetipos y situaciones. El humor negro y absurdo, así como el observacional o el que posee tintes políticos y sociales ofrecen una gran gama de posibilidades narrativas. Sin embargo, la comedia en el cine mexicano actual se rehúsa a abordar estas corrientes. El templete de la comedia mexicana promedio no se desvía demasiado de ciertos mandamientos: girará en torno a la familia o a una pareja, los personajes pertenecerán a estratos sociales de clase alta, vivirán en zonas exclusivas de la Ciudad de México, todos serán desmadrosos, dicharacheros y, si acaso, tendrán algunos problemas cotidianos más o menos realistas, como los que vive la protagonista de Una Mujer Sin Filtro - 44%.

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Habrá quienes aún pretendan vender la falacia de que el público mexicano no da para más y que sólo quiere ir al cine a desconectar la mente y no pensar en nada. La habilidad del mexicano de reírse de sí mismo es algo que puede ser aprovechado y llevado mucho más allá de la parodia autocomplaciente. Sin embargo, el grueso de los productores y realizadores en México prefieren un humor más tibio y que vaya a lo seguro, de ahí que cada mes tengamos en las salas de cine estrenos tan lamentables como Lo Más Sencillo es Complicarlo Todo - 0% o La Prima, comedias sin gracia que no hacen el mínimo esfuerzo para trabajar a sus actores, ya no digamos los guiones.

Por el lado de algo como La Boda de Valentina - 35%, la premisa tenía genuinamente potencial: jugar con las diferencias culturales entre Estados Unidos y México, dos naciones con una historia complicada y con fuertes contrastes dentro de sus fronteras. El reparto y ritmo narrativo de la cinta es el idóneo para el material; lamentablemente, no termina de crecer ante los ojos de la audiencia y, una vez más, todo se queda a nivel de anécdota.

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En honor a la verdad, la calidad de esta cinta está muy por encima de los dos ejemplos mencionados, sin embargo, también cuenta con limitantes. La historia nos lleva al mundo de Valentina (Marimar Vega), una mujer que ha hecho su vida en Estados Unidos, alejada de los escándalos de su familia política, los Hidalgo. En el país del norte se ha comprometido con el galante Jason Tate (Ryan Carnes), miembro de una familia de empresarios de la nación de las barras y las estrellas. Sin embargo, los desfiguros de su hermano mirrey la obligarán a regresar a México, donde se verá involucrada en un asunto de apariencias y fachadas donde su expareja Angel (Omar Chaparro) regresará a su vida.

El título alternativo “Los mexicanos somos un desmadre” bien podría aplicar para esta cinta escrita por Issa López y Santiago Limón, pues la historia pretende basarse en la idea de que lo que nos diferencia a los mexicanos del resto del mundo es el humor y las ocurrencias. Esas ocurrencias se traducen en nuestra habilidad para ser corruptos a más no poder, ya que la familia de la protagonista es una de tantas que ha usado la política como herramienta para adquirir poder y lujos. La cinta usa esto para algunas risas fáciles y otras situaciones que recuerdan mucho a Nosotros los Nobles - 100%. Si bien la idea aquí no es hacer una elaborada crítica a la deplorable clase política de nuestro país, se siente que se desaprovecha la oportunidad de explorar más este ángulo. La carrera por el puesto de jefe de gobierno de la capital entre el padre de Valentina y el personaje de Tony Dalton (una parodia de Enrique Peña Nieto y demás tecnócratas de trajes caros y vocabulario limitado) daba para mucho más. Esto es sólo una anécdota más en el fondo que, aún como catalizador de ciertos eventos, tampoco aporta demasiado.

El meollo de la cinta recae entonces en el supuesto triángulo surgido entre los dos caballeros que se disputarán el corazón de la protagonista. Es aquí donde el guión recae estrictamente en un par de lugares comunes (a todos los mexicanos nos gusta el tequila y las luchas) sin tener grandes ambiciones. Aparentemente, Valentina tendrá que hacer una fuerte reflexión respecto a qué partido es mejor para ella, pero desde muy temprano queda claro cuál prefiere. Los personajes de Chaparro y Carnes hacen un viaje a una arena de lucha libre que termina en una batalla campal, pero ésta no ocurre en pantalla y la cinta se rehúsa una vez más a explotar una situación de comedia que bien pudo haber ofrecido momentos memorables. La inseguridad en la capital, lo pintoresco de la fauna urbana, todo eso es rechazado a favor de escenas de borrachera de ciertos personajes que tampoco dan para tantas risas.

Los tres actores principales cumplen formalmente con las limitaciones de sus papeles. El actor siempre será tan bueno solo como el guión y la dirección se lo permita. Omar Chaparro aún se encuentra en una zona de confort en la que basta con sonreír y sacar el carisma para dar por terminada su labor. Una buena actuación podría estar dentro de él, a la espera de ser aprovechada por un buen libreto, sin embargo, seguimos en la incógnita de sus capacidades histriónicas. Con una resolución apresurada y un tanto arbitraria, además de varios personajes que sólo entran y salen sin mayor repercusión, esta boda queda a deber y no inspira a pedir una luna de miel.

Carnes, por su parte, queda reducido casi a nivel de espectador y sus aportes son mínimos. Su personaje pudo ser de cualquier otro país y daría lo mismo. En esta era de tensiones entre México y Estados Unidos existía una oportunidad de oro para reírnos un poco de nuestras absurdas diferencias, lamentablemente no se aprovechó. El éxito en taquilla es casi un hecho gracias al reparto y la premisa, pero la forma tan escueta en la que es desarrollada hace que la cinta se niegue a la posibilidad de trascender. Tendremos que seguir a la espera de una comedia mexicana que realmente busque hacer algo diferente, algo con mayor propuesta y que pueda hacernos reír tan fuerte como reflexionar. Esperemos que no tarde demasiado en llegar.

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