Nacido el 25 de enero de 1950, el cineasta japonés Yoshimitsu Morita no es exactamente uno de los más conocidos cuando se discute cine oriental en Occidente. A pesar de tener un amplio cuerpo de trabajo, el grueso de sus cintas tuvieron poca o nula distribución en nuestras fronteras. El realizador de la aclamada The Family Game de 1983 se une a figuras como Rokuro Mochizuki, Juzo Itami y otros realizadores que consolidaron entre los 80 y 90 una filmografía llena de sabores narrativos. En el caso de Morita, el drama y la comedia fueron los sellos distintivos de su filmografía.
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En su reseña de Keiho, una cinta de 1999 en la que Morita narraba un relato de comedia con detectives y drama legal, Aaron Gerow recalcó que existen dos tipos de directores: los que tienen una identidad y los que hacen las cosas con gran eficiencia aunque no necesariamente dejan una nota en toda la cinta, y que el director existía en un punto intermedio de estas dos nociones. En cuanto a Morita, Gerow escribió:
Director de algunas de las mejores cintas de los últimos 20 años, como Family Game y Haru, Morita siempre se ha descrito a sí mismo como un director que produce entretenimiento, alguien que salta de género en género con facilidad. Sus múltiples transformaciones son el resultado de su espíritu experimental. Cada una de sus nuevas cintas intenta algo nuevo o poco conocido en la industria nipona. A pesar de no siempre acertar, Morita es un realizador muy interesante por su voluntad de experimentar y correr riesgos.
En este su aniversario luctuoso (una falla del hígado se llevó al director de este mundo) es justo y necesario hacer un recordatorio de la carrera de uno de tantos cineastas aún desconocidos para el cinéfilo occidental promedio.
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La familia se ha mantenido como uno de los temas centrales de la cinematografía japonesa incluso antes de que Yasujirô Ozu comenzara a realizar dramas al respecto. La familia es algo que la cultura nipona comparte con la mexicana en cuestión de importancia: es nuestra familia la encargada de moldearnos y marcarnos el camino en la vida. Por supuesto, el tema se presta para diferentes interpretaciones y Morita se encarga de dar un toque mordaz y lleno de humor negro sin sacrificar la humanidad de los personajes.
Frederic and Mary Ann Brussat, Spirituality and Practice:
Es una comedia negra japonesa sobre la dinámica de la vida hogareña.
Basada en un texto de la escritora de misterio Miyuki Miyabe , Copycat Killer sigue la historia de un asesino serial que disfruta con burlar a la policía y a los medios. Japón ha tenido su cuota correspondiente de asesinos seriales, para quienes la rara vez solicitada pena de muerte puede llegar eventualmente. Morita explora el tema con sobriedad y aplomo con esta interesante cinta.
En la era Meiji un samurái tendrá que dejar la katana de lado y tomar el ábaco para poder dar a su familia una vida digna. Morita reflexiona sobre la desilusión de la burbuja económica que reventó hace años en Japón con un guión lleno de calidez y humanidad.
Maggie Lee, Hollywood Reporter:
Esta película sobre un samurái que es mejor con las cuentas que con la espada conquistará al espectador que busca un drama humorístico ligero.
Kôji Yakusho cambia su papel del esposo fiel pero tímido de Shall We Dance? por el de un hombre saturado de trabajo que empieza una aventura romántica. La dama en cuestión vive atrapada en un matrimonio depresivo y destructivo. El tema de la infidelidad permanece hasta cierto tiempo como un tabú en Oriente y, sin embargo, esta cinta busca abordarlo de una manera sobria y entera.
Yûsaku Matsuda se mantiene como el actor de culto definitivo de Japón, inmensamente popular en su tierra natal, pero poco conocido en Occidente. El histrión de rasgos duros representaba el ideal de masculinidad para muchos espectadores y en este relato lo vemos en un rol más austero: sin pistola en mano, sombrero y gabardina, sino como un hombre que al reencontrarse con un amor del pasado siente que una flama empieza a revivir. La cinta está basada en una historia del notable novelista japonés Soseki Natsume.
Black House de Yusuke Kishi se mantiene como una novela de misterio sumamente influyente y que ha sido adaptada en varias ocasiones. La historia de un agente de seguros que sospecha que una familia asesinó a uno de los suyos para cobrar un seguro. El tono mordaz y afilado es una mirada a, una vez más, la desilusión de un sistema económico que le falló a varios japoneses. El tratamiento del tema permea el tono de esta adaptación de principio a fin.
Train Brain Express fue la última cinta realizada por Morita y se estrenó post mortem. La historia de dos amigos que comparten el gusto por los trenes (todo un elaborado hobby en Japón) se convierte en un complejo drama sobre amistad masculina, un tema que rara vez se explora con la seriedad debida en el cine.
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