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Culto o Bulto: Starship Troopers de Paul Verhoeven

La sátira de ciencia ficción fue despreciada por la crítica en su estreno

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Culto o Bulto: Starship Troopers de Paul Verhoeven

La sátira de ciencia ficción fue despreciada por la crítica en su estreno

POR Ruben Martínez Pintos -

¿Qué tienen en común Takashi Miike y Alejandro Jodorowsky? Aparte de ser cineastas que han creado un cuerpo de trabajo propio y ecléctico, los une su gusto por Invasión - 63% (Starship Troopers) de Paul Verhoeven. Ambos directores la han mencionado en entrevistas como su película favorita cuando se les cuestiona respecto a gustos fílmicos. ¿Tiene sentido que el gurú de la psicomagia y el transgresor irreverente del cine japonés adoren por igual esta cinta? Definitivamente, estos directores captaron perfectamente lo que la crítica no vio en su estreno hace 20 años.

Para la crítica, la cinta del director holandés era un fallo garrafal, una celebración al militarismo y que estaba habitada por personajes acartonados y pueriles. Los fans de la novela original la vieron como una adaptación poco o nada fiel del libro y el público no le prestó demasiada atención. Luego de dos décadas varios empezaron a comprender las intenciones del cineasta y ahora la cinta goza de cierto estatus de culto. Cualquiera que haya visto RoboCop: El Defensor del Futuro - 88% al menos una vez entendería que Verhoeven siempre ha sido un director inclinado a la sátira social y política, algo que existe a raudales en esta cinta.

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Casper Van Dien y Denise Richards son los protagonistas de este relato, dos jóvenes superfluos y vacíos que solo obedecen órdenes y que carecen de sentido de ética o moral. El mundo que habitan es una sociedad fascista orientada totalmente a la guerra, donde cada aspecto es adaptado para servir fines bélicos. El enemigo a vencer: insectos sin rostro cuyas motivaciones son expandirse y arrasar con todo. Nuestros héroes tendrán que enfrentarlos y jamás preguntar si esta guerra tiene sentido o si algún día terminará.

Una entrevista reciente con el director en Interview Magazine pretendió resaltar este largometraje como una predicción de una sociedad fascista e intolerante y sí lo ha hecho, pero no de la manera en la que piensan. Donald Trump llegó a la presidencia, pero no por imposición, sino porque ganó en un proceso electoral limpio; compararlo con el régimen que aparece en la película es una miopía garrafal. En el futuro de la película los hombres y las mujeres se bañan juntos en regaderas unisex (¿baños sin distinción de género? ¿Suena similar?). Una sociedad fascista logra siempre la “igualdad” total porque borra todo rasgo de individualidad en sus ciudadanos. Por último, se espera que todos los habitantes se entreguen sin contemplación a la doctrina imperante y la crítica está prohibida. Algo similar señalaba George Orwell en sus novelas, quien por cierto, siempre escribió con el régimen soviético de Stalin como objeto de su crítica. En otras palabras, un régimen de izquierda, no derecha.

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Sea de izquierda o derecha, el totalitarismo es presa fácil de la autoparodia, sin que quienes lo promuevan se den cuenta. Verhoeven lo entendió e ideó la cinta como un despliegue tan exagerado de dogmas fascistas que todo se volvía un carnaval de lo absurdo. Las personalidades vanas de nuestros “héroes” están diseñadas con la intención de mostrar que sólo personas vacías del cerebro y el alma podrían acatar sin problemas órdenes de un Estado que los utiliza como carne de cañón. Cerca del final, un personaje exclama que el enemigo se encuentra asustado ante la ovación de los jóvenes soldados. Estos aparecen en las siguientes escenas como reemplazos de soldados más veteranos que perecieron en combate. Verhoeven lo deja claro: el fascismo está diseñado para perpetuar ciclos de guerra y tener una maquinaria bien aceitada para que las personas sirvan como engranes. Por eso, a 20 años de su estreno, esta brillante sátira es un relato que se mantiene relevante.

Veredicto: totalmente de culto

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