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El mito del placer culposo en el cine

Películas malas incomprendidas por fans y críticos

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El mito del placer culposo en el cine

Películas malas incomprendidas por fans y críticos

POR Ruben Martínez Pintos -

No existe un término más incomprensible y de dudosa procedencia que él, mal llamado, placer culposo. Título otorgado a películas, canciones o demás objetos de arte y entretenimiento por los cuales sentimos “culpa” que nos gusten. ¿Tiene sentido tener culpa por disfrutar de algo inofensivo? El término se aplica principalmente para cintas que se consideran chatarreras, de serie B y en general de calidad reprobable o alejada de los estándares de producción de Hollywood. Sin embargo, es bastante engañoso usar este término y obedece más a una miopía a la hora de evaluar y apreciar el arte en todas sus expresiones posibles.

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Si una película te produce disfrute y gozo, es que definitivamente algo ha hecho bien aún sin estar consciente de ello. La idea de que sólo el arte fino y sofisticado (¿quién decide qué es fino y sofisticado?) opera en contra de la naturaleza misma del cine, el cual nació en ferias y carnavales como atracción para el público masivo. Con el paso del tiempo esta nueva forma de expresión, denostada por varios, adquirió respeto y múltiples capas de complejidad. Comenzó a realizarse la aproximación académica y establecerse parámetros y clasificaciones. La idea del cine de arte apareció, aunque esta no se ha mantenido como una entidad monolítica inalterable. Muchas películas ahora consideradas clásicas fueron denostadas en su momento e incluso el mismo Alfred Hitchcock no siempre fue considerado un genio del cine. Fue ahí donde cineastas como François Truffaut y Jean-Luc Godard comenzaron su apreciación del trabajo del cineasta, quien con el tiempo se ha convertido en un referente obligado del séptimo arte.

El cine de género (horror, acción y derivados) y todo aquel que busca emociones rápidas y viscerales ha sido siempre el blanco de ataques de muchos críticos. Sin embargo, la maleabilidad del séptimo arte se opone al discurso que insiste en contenerlo dentro de fórmulas establecidas las cuales, supuestamente, apelan a sensibilidades más elaboradas. Dicho sea en otras palabras: hay diferentes formas de contar una historia, diferentes tonos y estilos y depende de los realizadores sacar provecho de cada aproximación y forma. El cine de ficheras, de luchadores, de monstruos de hule, de ciencia ficción de bajo presupuesto y melodramas exagerados se les relega al fondo del barril del cine, pero estos “placeres culposos” tienen su lugar y razón de ser. Forman parte de la cultura popular y su existencia no fue un accidente, era el tipo de entretenimiento que el público buscaba en épocas y lugares específicos. Ningunear y negar el papel que han jugado este tipo de cintas en el cine sería una grosería arrogante e ignorante.

Un reciente estudio había dado el resultado de que la gente inteligente generalmente disfruta películas que otros consideran “chafas” y nada atractivas de ver. Si bien puede haber un dejo de verdad que las personas que ven el mundo de otra manera saben apreciar otro tipo de cine, tampoco habría que confundir peras con manzanas y pensar que reírse a destajo de una película porque es “chafa” es un gran ejercicio intelectual. Es común que al realizarse retrospectivas en recintos cinematográficos de películas de género, sea una del Santo o similar, vaya publico explícitamente a reírse de la cinta, no con ella. Una práctica respetable pero que resulta bastante chocante para otros espectadores que simplemente desean satisfacer su curiosidad de ver otro tipo de cine. El “riffear” una película, practica popularizada por el programa de televisión Mystery Science Theater 3000, tampoco es condenable. Lo cierto es que hay lugares y momentos para esta y, una vez más, pagar un boleto para ir al cine a burlarse del esfuerzo creativo de alguien difícilmente le aumentara el coeficiente intelectual a nadie.

La verdadera magia del cine es precisamente que puede mostrar un amplio crisol de ideas e imágenes. Juzgar una película en sus términos y por lo que es debe ser el escenario ideal para cualquier crítico o espectador. Admitir que una “mala” película nos causa un gozo (no una risa burlona) no es algo que deba causar culpa alguna. Incluso la historia detrás de malas películas puede resultar muy interesante y esto es algo que Tim Burton demostró con su afectuoso homenaje al realizador Ed Wood - 92%. Ahora viene The Disaster Artist: Obra Maestra - 94%, una dramatización de la infame comedia involuntaria The Room, que a la fecha dibuja sonrisas en el público que la ve. A pesar de la torpeza de su realizador Tommy Wiseau, algo ocurrió en ese set que difícilmente pudo volver a reproducirse. Entender y analizar a consciencia este tipo de cine no debe ser entonces algo reprobado y perseguido por los críticos académicos, es necesario reflexionar sobre las piezas fílmicas más infames que pueda haber. El buen gusto no puede existir sin el mal gusto y entender esto nos ayudará a llevar el arte por diferentes caminos. El placer culposo es entonces un mito, uno del que debemos deshacernos lo antes posible.

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